Son muchas las cosas llamativas que dice –este fin de semana pasado y antes- el presidente de los socialistas vascos, Jesús Eguiguren. Todas ellas merecen comentario y tiempo habrá, pero ahora me interesa subrayar una en la que coincide con otros, algunos adversarios director, aunque sólo sea para constatar que las trampas intelectuales están por todos los lados. Eguiguren elabora un escenario futuro (que ya es imaginar: Batasuna condena el terrorismo, entra en las instituciones, etc.) en el que “el problema estaría, sobre todo, en Madrid que, además, controla la política penitenciaria”. A este “problema” futuro –y me interesa resaltar el término- se une el de ahora mismo porque el dirigente socialista piensa que ya es el momento en que se vayan haciendo cosas atendiendo a “los movimientos de ETA” para facilitar y no entorpecer un proceso hipotéticamente en marcha.
Algún dirigente del PNV, al que Eguiguren quiere sumido en la oposición eterna, ha dicho lo mismo. Otros de EA y de Batasuna, a los que Eguiguren quiere cambiar para ver si son sus socios contra el PNV y el PP, también. Coinciden con algún portavoz de Aralar, a la que Batasuna quiere enterrada por los siglos en el mismo pozo que el PNV, que dice cosas parecidas. Vamos, que de los que nos tenemos que preocupar ahora es de que quienes defienden la legalidad y están en contra de la violencia no sean un “problema”, mientras observamos complacidos los cambios en Batasuna y ETA que ven los que instan a los que soportan la violencia a facilitar las cosas. Para sagacidad en la determinación de los problemas no está nada mal la cosa. Es algo parecido a pedir a las víctimas de la violencia de género que se moderen y no denuncien demasiado contundentemente la situación porque los agresores dicen estar dispuestos a estudiar si pueden ser capaces de conseguir la sumisión sin que las bofetadas se conviertan en tiros. De otro modo, al parecer, se convertirían en un problema.
Como la tontería conceptual es universal esta identificación de los “problemas” es similar a aquel famoso informe del apaciguador Lord Halifax, tan cristiano él y tan lleno de valores pacifistas, cuando, ante el inminente ataque de Hitler a Polonia identificó en mayo de 1939 “dos problemas”: uno, las ambiciones alemanas de dominar Europa; otro, la determinación de Polonia de defender su independencia. Los polacos se debieron quedar tan pasmados como ahora nosotros aunque, en defensa al menos del pudor de Halifax, este quiso que su informe fuese secreto.
Germán Yanke