Ahora que José Luis Rodríguez Zapatero se pone de perfil ante la expulsión de gitanos de Sarkozy con argumentos campanudos, como que «Francia es un Estado de derecho», es buen momento para volver a ver el vídeo con el que el PSOE pidió el voto para las europeas. «Los inmigrantes nos quitan el trabajo», decía uno de los ultras. «Creo en la pena de muerte», repetía otro. «El problema no es lo que piensan. Es lo que van a votar», terminaba el anuncio electoral. Y ahora, ¿qué es exactamente lo que piensa Zapatero? ¿Qué votó en la reunión del Consejo Europeo? Pues ya ven: «Respeto la decisión de un Gobierno apoyado por una clara mayoría», dejo dicho el presidente, en apoyo a Sarkozy. Se podría argumentar que el gobierno de Hitler también estaba apoyado por una clara mayoría de lo más respetable, pero sería exagerar; después de los palos que se ha llevado la comisaria Viviane Reding por recordar la historia, mejor dejarlo estar. Así que llevaremos el argumento al ámbito contemporáneo: como Francisco Camps, o Esperanza Aguirre, o el propio Zapatero, también han sido apoyados por una clara mayoría de los votantes, cualquier cosa que hagan está bien hecha y ni siquiera se puede criticar. ¿A que parece ridículo? Es que lo es.
La reacción de los gobiernos europeos ante las políticas racistas de Francia está demostrando, una vez más, las miserias de una Europa que va a peor. Por mucho que Sarkozy intente vestir de legalidad sus populistas medidas, la circular del Ministerio del Interior francés deja claro que se trata de «acciones sistemáticas de desmantelamiento de campamenos ilícitos, en primer lugar los gitanos», según aparece por escrito en esa reveladora circular. «En primer lugar los gitanos», y ¿después? ¿A por quién vendrán? ¿Con qué argumentos podrá contener Europa el ascenso de la ultraderecha en Austria, o las políticas de Berlusconi, si el país que inventó los derechos humanos es hoy quien dinamita el principal pilar del tratado comunitario: la libre circulación de personas?
Los rumanos o los búlgaros, conviene recordar, son ciudadanos de pleno derecho de la UE. Y es cierto, como explicó Manuel Marín sobre las palabras de Reding en una interesantísima entrevista en la SER, que «en Europa, el tono hace la música y si no calculas bien, te cargas la melodía». Pero tan inoportuna o más fue la respuesta de Sarkozy a esa crítica: «Que Luxemburgo acoja a los gitanos si tanto molestan las expulsiones».
Zapatero, como el resto de los presidentes europeos, calificó las palabras de Reding como “absolutamente fuera de lugar”. No dijo nada de la respuesta francesa, y es cierto que Sarkozy, a diferencia de Reding, hizo estas declaraciones en una reunión más o menos privada, en un desayuno con senadores de su partido. Pero la frase de Sarkozy, que reveló uno de los propios senadores porque es obvio que se quería que se supiese, no sólo es mucho más insultante sino también esclarecedora. “Los gitanos”, según las propias palabras del presidente francés. De eso va esta política, de perseguir a un grupo social marginado, y por lo tanto incómodo, con la habitual ambivalencia con la que se ponen en marcha todas las políticas xenófobas: diciendo con una mano que sólo se cumple la ley y que las leyes no van contra nadie en concreto, mientras que con la otra se hace señas al voto racista, que capta perfectamente el mensaje.
¿Qué hará Zapatero cuando ese mismo discurso se aplique en España? Su respaldo a Sarkozy tiene más que ver con el apoyo francés a su silla en el G-20, o con la ayuda contra ETA, que con un giro en la política del PSOE. Para los socialistas, estas medidas racistas pueden ser tentadoras en algunos municipios concretos, pero son inasumibles como propias por el rechazo que provoca en la gran mayoría de sus votantes.
En las próximas municipales y autonómicas, el debate volverá. Y cuando otro Ayuntamiento, como el de Vic, decida que los inmigrantes no caben en el censo, o algo peor, alguien le recordará al presidente su nueva doctrina: las decisiones de los gobiernos hay que respetarlas, porque tienen el respaldo de la mayoría. Ante el racismo, respeto. Y no hay que más hablar.
Ignacio Escolar