Toda la estrategia desplegada por ETA y Batasuna en las últimas semanas pretende conseguir la presencia de esta última –es decir, de aquella- en las elecciones locales y forales del próximo año con el señuelo de que “algo se mueve”, como si de ese modo la responsabilidad de “hacer algo” para que lo que teóricamente se mueve termine en el fin de la violencia sea del Gobierno y de los partidos democráticos y no, como es lógico, de los terroristas. Hasta el momento no ha habido ni promesa a largo plazo de que algo similar al abandono de las armas vaya a producirse ni de actuación independiente de Batasuna al margen de un terrorismo del que depende y al que, como se ve en esta estrategia, fía su futuro.
Aceptarla como buena, o simplemente como esperanzadoramente interesante, sólo se justifica por la voluntad de sacar algo de ella en provecho propio o de una ingenuidad que raya en el ridículo. El recelo y hasta el enfado por estos indignos movimientos no tienen fundamento en no querer ver ningún cambio sino, sencillamente, en no verlos de ninguna manera. La vieja cantinela batasuna de no querer ni condenar ni enfrentarse a la violencia porque su propósito es “terminar con ella” mediante la consecución de réditos políticos es tan vieja como su existencia y ahora, debilitada la banda por la eficacia de las Fuerzas de Seguridad, sólo se nos ofrece una versión más escandalosa de la misma.
Tras una tregua que no es tregua, ETA sale ahora con la invitación a reunirse con un grupo de ingenuos desconocedores de la situación –con buena voluntad o sin ella- que firmaron la Declaración de Bruselas. No se trata ni de dar la apariencia de que se atienden sus solicitudes de tregua permanente, sino de “analizar la situación”. Si algunos de los premios Nobel que ya se desprestigiaron sumándose a los intereses –entre otros su sueldo- del ínclito Currin, se entrevista ahora con un grupo de criminales que forman parte de todas las listas razonables de terroristas sólo merecerían que la Academia de los Nobel les retire el galardón para no desprestigiar el mismo con el desprestigio acumulado por sus premiados.
Si acuden, de todos modos, será su exclusivo problema. Si se prestan a ser utilizados por una organización terrorista que no da muestra alguna de querer desaparecer será su vergüenza. Nuestro cometido es otro: demostrar a la banda que no podrá de ninguna manera ni modificar con violencia o con trampas una política antiterrorista exitosa ni quebrar la unidad de los grandes partidos en este empeño.
Germán Yanke