Felipe González no se pronuncia sobre las primarias en Madrid porque dice no creer en ellas. Sin embargo, si sirven para fortalecer a los candidatos, Trinidad Jiménez y Tomás Gómez ya pueden enfrentarse a Esperanza Aguirre, casi, de igual a igual. El reto de un PSOE en condiciones de pelear en Madrid está resuelto. Y las bases, en una dinámica horizontal, han vuelto a pintar algo más que el pago de una cuota. Con su voto desgastan o dan brillo a uno u otro.
Dice González que este mano a mano debilita al partido y ahonda en las fricciones internas. Pero el proceso no desata las diferencias, las pone en evidencia. Es abrir las primarias y aparecer fieles o traidores intercambiándose los papeles según se tire de un pico u otro de la manta. Ocurrió con Borrell, tras la felonía interna y dimisión, los barones empujaban las espaldas de Almunia. Resultado, mayoría Popular. Cayó Bono frente a Zapatero, aún con el voto de Rubalcaba, y el segundo demostró un triunfo más pegado a los tiempos que a la dirección del aparato.
Por eso Zapatero no está inmerso en una elección de nombres, la trama ha ido más lejos. Desde el palco, el presidente asiste, en calidad de secretario general de los socialistas, a la función de quién manda hoy y quién lo hará mañana. O al menos, al intento.
Si no fuera así, ¿Cómo es posible que la Secretaría de Organización, con Leire Pajín al mando, se haya debilitado en estos meses? ¿Por qué la mano derecha de José Blanco no es su mano derecha? ¿Cómo puede Blanco manejar información que llegue antes a Rubalcaba, a Manuel Chaves, a militantes, periodistas, antes incluso, que a la propia secretaría que le asiste?
O no se fía, y debería plantear abiertamente los motivos, o el vicesecretario general del Psoe pasa por encima de quien no debe. Pero, ¿en qué podría basar su desconfianza?, ¿A qué se deben los movimientos del hombre de Fomento? ¿Cómo explican las fricciones desde el propio partido?
En el entorno de José Blanco. Acusaron a Leire Pajín de apoyar a Tomás Gómez. El argumento duró poco, cuando Zapatero apostó por Trinidad Jimenez, Pajín tardó poco en hacer lo mismo y se volcó en buscarle avales, más de dos mil dicen sus allegados. ¿Entonces, qué ha pasado? “José Blanco ha ido acaparando los espacios que Pajín no ha sabido gestionar con autoridad. La secretaria de organización llegó verde al puesto y Blanco lo ha aprovechado”. ¿Lucha generacional? “Algo de eso hay. Son la vieja guardia y quieren mantener el poder”. De ahí que Blanco, hombre de Zapatero, se alinee con Rubalcaba o Chaves. O que, a pesar de sacarle quince años, compita con ella en lugar de echarle un cable. ¿Quieren, en el fondo, llegar a La Moncloa? “Rubalcaba podría sustituir al Presidente, pero sería consensuado, nunca irían a primarias”, asegura este dirigente sin inmutarse ante tal supuesto.
Desde el núcleo de Leire Pajín. Comparten las mismas tesis con la diferencia de quien sufre el envite. “Este es la tercera vez que atacan a la secretaria de organización, con estas estrategias se cargan a una generación entera de nuevos políticos”, dice uno de los suyos. Están, en definitiva, a favor de Trinidad Jiménez, en contra del proceso y un posible desgaste añadido de Zapatero.
Madrid, como escenario mediático, refleja una corriente de fondo que se está repitiendo en muchas federaciones socialistas. La presión se palpa en Moncloa y Ferraz. Si cada uno pudiera elegir el lugar donde sentarse, ¿Dónde lo haría José Blanco, Rubalcaba, Manuel Chaves, Pedro Castro, Antonio Hernando? Por lo pronto, el Zapaterismo, no era esto. Y en demasiados corrillos hablan de quién vendrá después. Pero eso es mucho decir, y es mucho tramar.
Pilar Velasco