sábado, septiembre 21, 2024
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Las lecciones de la huelga

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La huelga, desde luego, no ha sido ni muchísimo menos general. Las noticias de la jornada de ayer se fueron centrando en la normalidad general, en algunas actuaciones violentas o intimidantes de los piquetes y en el efecto –ya esperado- de las acciones para que, en muchas ocasiones en contra de la voluntad de los trabajadores, se paralizara en lo posible el transporte. Para que todo ello sirviera para que los dirigentes sindicales hicieran una reflexión sobre los procedimientos de protesta contra las reformas económicas, tendrían que empezar por reconocer el escaso resultado de la convocatoria pero, como se ha ido viendo, la autocrítica parece vedada entre nosotros (y no sólo para los sindicatos) y se han dado cifras de huelguistas más que extravagantes. Independientemente del interés de cada cual en la propaganda y de los sistemas de medición, a lo largo del día de ayer no hubo en absoluto una percepción de la huelga como la que evalúan los sindicatos. Sí, quizá, sobre todo en algunos lugares y en algunos momentos, del nerviosismo de los piquetes que se dieron a la coacción y que, con ella, demuestran que la gente, en general, no estaba por la labor.

Si el Gobierno, complacido por el pobre eco de la huelga, se muestra al mismo tiempo complaciente con sus convocantes entra en el juego de intereses que se despliega estos meses y no sirve tampoco para evaluar la situación. Esta no se aleja  mucho de la constatación de que los que fueron o quisieron ir a trabajar no están, sin embargo, nada contentos con el presidente y su política económica, ni en el fondo ni en la forma. Y de la evidencia de que los sindicatos no han sabido, por una desconfianza creciente de los trabajadores, ni capitalizar el descontento ni dar con los procedimientos adecuados para exponer sus tesis y presionar al Gobierno. No habrá cambios y si alguien pensaba que podría haberlos, como en ocasiones anteriores, aunque fuesen maquillados, tendrá que reconocer que hasta el fracaso comparativo con otras convocatorias similares los convierte en imposibles.

Mucho se ha discutido sobre los sindicatos estos días, seguramente en ocasiones con un tono exagerado y demagógico. Pero la jornada de ayer, desde el punto de vista de la percepción pública –de la que no pueden desquitarse en su trabajo cotidiano- ha sido para ellos nefasta. La imagen de los ciudadanos, en el centro de muchas ciudades, bien huyendo de ellos para dedicarse a sus labores o bien quejándose de los piquetes, es paradigmática. Y lo es aunque muchos de ellos, de izquierdas o de derechas, sufran la crisis, se quejen del Gobierno y estén de acuerdo con el contenido de algunas de sus propuestas. Con las alternativas, por inexistentes más allá de lo teatral, es imposible.

Hay que reconocer que todos pueden sacar lecciones del 29-S. La derecha ha pasado demasiado tiempo pidiendo a los sindicatos que “hagan algo”  cuando era ella la que debía ponerse a la tarea. El Gobierno, exigiendo que “hagan esto” cuando había quebrado, obligado, la paradójica y perniciosa entente que, poco antes, les había propuesto. La patronal, que, como tal, no gestiona empresas sino intereses de grupo, porque es tan anodina como poco pedagógica pidiendo que “no hagan nada”. Y los sindicatos que, confundidos, no han acertado de ninguna manera con lo que han hecho.

Germán Yanke

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