miércoles, septiembre 25, 2024
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Moody’s y la desconfianza

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La agencia de medición de riesgos Moody’s ha rebajado la calificación de la deuda española un escalón –todavía está en niveles retóricamente denominados “muy buenos”- y parece que se cae el mundo. Bien es cierto que en el pesar oficial pesan dos circunstancias. La vicepresidenta Salgado, en primer lugar, dijo tras la rebaja de otras agencias, que no creía que Moody’s lo hiciera convirtiendo a la que ahora nos da un varapalo en argumento de solvencia y de confirmación de las discrepancias entre las casas de rating. Por otro lado, al anuncio coinciden con la presentación del proyecto de Presupuestos para 2011, que se tratan de vender como los de la austeridad y ajuste requeridos por los mercados y, aunque los analistas de Moody’s no se los hayan todavía estudiado, da la impresión de que la desconfianza anida en torno a nuestra economía incluso después de los esfuerzos del Gobierno en cuanto a la reducción del déficit y otras reformas.

La desconfianza de este tipo de agencias no debería extrañar a tantos españoles que muestran a diario –haciendo huelga o sin ella- la suya en las perspectivas económicas españolas. Si Moody’s recela de las previsiones oficiales de crecimiento o subraya la precariedad de algunos sectores productivos importantes está reflejando una preocupación general en España, reflejada en las encuestas y en la calle y que el Gobierno, muy poco hábil, ha querido contrarrestar creando enemigos exteriores e interiores, conspiradores sin alma y campañas de propaganda un tanto ridículas en base a aquello de que juntos podemos y si nos volvemos optimistas todo se solucionará. No es que el Gobierno no haya convencido a “los mercados” sino que no ha convencido ni a los españoles. Las duras medidas, independientemente de las opiniones que haya sobre la alternativa entre el ahorro para contener la sangría o el gasto público para reactivar la economía, no forman parte de un plan global identificable y razonablemente explicado y, por ello, no hay propiamente debate sino desconfianza, la que se cuela por todas las rendijas en España y se palpa en las calificaciones de las agencias y en el mayor coste de nuestra deuda.

Si es evidente que tenemos que hacer nuestros deberes, y si parece que este Gobierno desconcertado se queda a medio camino y no es capaz de convertir los sustos en un programa político, mostremos también nuestra desconfianza con las famosas agencias. No, como he dicho, porque su escepticismo coincida con el nuestro, sino porque, paradójicamente, a la hora de las calificaciones finales, no parecen tratar a todos por igual. La razonable argumentación de Moody’s se vuelve al menos poco razonable cuando otros países, con problemas similares o incluso mayores en otros parámetros, no reciben similar castigo. Si se debe a nuestra debilidad (y a que ésta también es responsabilidad nuestra) puede ser una explicación y otra tarea, pero no es una justificación. Más bien parece una batalla en la venta de deuda pública, una batalla que también perdemos.

Germán Yanke

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