sábado, septiembre 21, 2024
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Una lección útil en una jornada demoledoramente previsible

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Francamente me siento incapaz de profundizar en el análisis de la sucesión de eventos acaecidos a lo largo de esta jornada y que se ajusta con milimétrica precisión a las previsiones formuladas en los días precedentes. Todos los actores han recitado las líneas de sus respectivos papeles sin moverse una coma del texto que cada uno de sus correspondientes guionistas les había preparado. Los sindicatos, con más entusiasmo y fogosidad, cayendo sin duda en la sobreactuación. El gobierno, concentrado en el alivio de leer la última línea y abandonar el escenario de una obra a la que le han arrastrado contra su voluntad. La oposición, con ese tono monocorde y ausente del estudiante diciendo sus temas en voz alta. En los cameos habituales, los antisistema de Barcelona, recuperando una tradición secular que entronca con la semana trágica y el pistolerismo de sindicatos y empresarios atestando las cunetas. Y en último lugar, repartiéndose improvisadamente los papeles de figuración y de público, los abnegados ciudadanos, a los que los remakes de esta obra les dejan en general tibios, salvo una minoría de incondicionales que asisten a esta performance como los adictos que llenaban los teatros con sus disfraces para ver el Rocky Horror Show.

En consecuencia, voy a limitarme a reproducir un mensaje muy reciente y que creo debería iluminar a las organizaciones sindicales españolas en el camino de la necesaria reconversión que deberán acometer tarde o temprano si quieren tener algún lugar en la cabeza y en el corazón de los ciudadanos.

«Tenemos que ganar el apoyo del público y evitar alienar a la gente añadiendo un nuevo capítulo al libro de los fracasos sindicales. Por eso yo no quiero tener nada que ver con la hinchada y rimbombante retórica sobre oleadas de huelgas irresponsables. El público no las apoyará, yo no las apoyaré y vosotros tampoco deberíais apoyarlas. El otro día me entrevisté con un grupo de empleadas de comedor de un colegio que tenían que pagarse sus propios uniformes y que sufrían constantes cambios de turno. Querían un sindicato que las ayudase, pero no tenían el menor interés en ir a la huelga. Realmente adoraban a los niños que cuidaban y querían atender sus colegios.»

¿A quién identifican como autor de este discurso, que probablemente sería tildado de antisindical por parte de cualquiera de nuestros liberados verticales?

Pues bien, tales palabras no vienen de ninguna derechota ni facción paleopatronal española, sino que fueron pronunciadas ayer por el flamante nuevo líder de los laboristas británicos, Ed Milliband, ante destacados dirigentes de los sindicatos ingleses durante su primer discurso al congreso del partido, en el que se acaba de imponer a su hermano, precisamente por haber acentuado un perfil más izquierdista frente a las tesis más próximas a la continuación de la tercera vía de Blair.

Creo que podemos extraer reflexiones mucho más productivas del discurso de este joven laborista que de las obviedades recurrentes de una jornada anodina como la vivida en España este día de San Miguel.

Juan Carlos Olarra

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