Se ha dicho de todo sobre la derrota de Goliat contra David. Editoriales, artículos y análisis de todos los colores y pelajes en todos los periódicos digitales, de papel y emisoras de radio y televisión.
A la vista de los resultados de las primarias socialistas en la Comunidad de Madrid, los tres cabezas del gran aparato socialista –ZP, Pepiño Blanco y Rubalcaba- se han quedado sin pies. No tienen extremidades, ni camino para seguir andando por la ruta madrileña.
¡Menudos estrategas! Deberían haber sabido que las encuestas no sirven de nada ante la realidad. Y la realidad es la que los militantes decidieron el domingo en las urnas. Se veía venir por múltiples razones. Una de ellas era ZP.
Ahora Tomás Gómez tiene una oportunidad única, de esas que, en política, se presentan en muy pocas ocasiones. Una vez en la vida.
Se lo ha ganado y ha cogido carrerilla.
En dos meses “mediáticos” ha logrado lo que jamás habría imaginado en tres años de trabajo intenso. El “efecto Gómez” debería aprovecharlo el propio Tomás y sus asesores de comunicación para llegar a los votantes madrileños. Ahora le toca recapitular, analizar, pensar, repasar errores y actuar. Y sobre todo, evitar rencores que no conducen a nada y, menos, a los socialistas a lo que tan acostumbrados están en Madrid.
A Tomás Gómez le queda ahora una labor mucho más dura, y no es otra que la de enfrentarse en una campaña electoral a la “Gran Señora”. Simplemente, y no es poco, es la de enfrentarse a sí mismo y a sus complejos de imagen.
Y es que en el “negocio” de la política influyen muchos factores como ya se encargaron de demostrarnos Rafael Ansón y Fernando Ónega en la época de Suárez y de la UCD. Ahora Tomás Gómez tiene un “fabricante” de frases renegado de ZP. Que lo aproveche, por favor, que lo aproveche. Eso es un regalo, pero tiene que poner de su parte para llegar a la Puerta del Sol.
De nada le servirá su victoria en las primarias socialistas si vuelve en encerrarse en su despacho, si persiste en su cerrazón a enfrentarse a los medios, si no mantiene su palabra para una entrevista confirmada, si no sale a la calle, si no se sigue dando a conocer…, si no es “simpático” y abierto. Ansón y Ónega sabían mucho de esto, pero parece que la gente que rodea a Gómez no conocía a estos señores que fueron pioneros en el arte de la comunicación en la Transición.
Más allá de su “rebeldía” ante ZP, sus jefes de comunicación deberían, ahora, encontrar su imagen para el resto de votantes, los que van a decidir en mayo del año próximo. Y eso pasa por humanizar al candidato socialista, sobre el que hay grandes expectativas para desterrar a los López Viejo, los Gürtel y los Guateque, el desastre de la sanidad y el despropósito en la educación que los ciudadanos de la Comunidad de Madrid estamos soportando desde hace años.
No quisiera caer en banalidades y, menos, convertirme en su asesor de gratis, pero a Tomás Gómez hay que darle una vuelta.
Para empezar, frases de veinte segundos, sin titubear, convincente; sonriendo cuando toca y gesto grave cuando proceda, pero sin atisbo de duda en ningún caso. En los dos últimos meses lo ha hecho mejor que en los tres años precedentes. Respecto a su aspecto físico, también debería darle una “pensada”. Menos mal que se ha recortado las patillas pero le faltan unos centímetros más de pelo. Ya le crecerá, espero. Sus asesores –y él- tendrían que vigilar los trajes que lleva porque a veces parece que le llevan a él.
Aunque parezcan sugerencias informales no lo son tanto si el rival es la “Gran Señora de Madrid”. Ella, últimamente, se cuida más de la forma que del fondo. Su vacío de contenidos –de ideas- lo sabe disfrazar con apocalípticas profecías, muy propio de quien ha perdido toda capacidad de gobierno y de gestión, y su único afán es catapultarse hacia quién sabe dónde.
Tomás tiene la oportunidad de devolver la ilusión a los madrileños ante el terremoto Aguirre y el tsunami Zapatero. Y en su mano está que no se diluya el “efecto Gómez” que él mismo ha creado contra todos los elementos.
Si se desprende de sus complejos puede que los sufridores madrileños se sacudan de tanta rémora cavernícola.
Y muchos lo están esperando.
Alfonso García