Las fantasías edulcoran las realidades. En tiempos de desazón ciudadana por los efectos de la crisis, cunde la tentación de seguir la pista del ‘postzapaterismo’, asunto siempre más liviano que recordar la cifra del paro. Todos los principales afectados por los resultados de las primarias del PSOE en Madrid tomaron el rebrote del protagonismo para salir en tromba y conjurar el eclipse de la estela de Zapatero. Y el morbo mediático por encontrar gestos palabras y declaraciones hizo lo demás.
El mensaje fue el de aparecer como una piña con el candidato madrileño frente a un enemigo común que sirve para tapar las propias rencillas. Que tiemble Esperanza, vino a decir Zapatero, 48 horas después de su fracaso en las primarias. Definió a Tomás Gómez como el mejor, porque “el que gana es el mejor”, dijo cambiando el sentido de la proclama deportiva “que gane el mejor”, que no es lo mismo. Pero la revalorización del triunfo fue oportuna para reivindicarse a sí mismo. Él también es el mejor, puesto que ganó, y Tomás Gómez, el díscolo, no deja de aparecer –por triunfador- como su propia imagen en el espejo del poder.
La feria de las vanidades se contrastó con la realidad expuesta por el Gobernador del Banco de España. Miguel Ángel Fernández Ordóñez pedía un ‘plan B’ al Gobierno por si no se cumplieran las expectativas “demasiado optimistas” del crecimiento del 1,3 para 2011. Y lanzó un debate imprescindible sobre la transparencia del gasto en las administraciones territoriales, donde, según dijo, se produce “el mayor riesgo de desviaciones” presupuestarias. Pero las fantasías engullen la realidad.
Chelo Aparicio