lunes, noviembre 25, 2024
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Fines opuestos en la frontera de Pakistán

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En la misma semana en que helicópteros estadounidenses abatían por error a tres miembros de la Patrulla de Fronteras de Pakistán en las inmediaciones de la frontera afgana, las Fuerzas Especiales forman a efectivos de esa misma unidad en el manejo de radios, rifles de precisión y otras herramientas de contrainsurgencia en una base remota ubicada aquí.

Paquistaníes y estadounidenses no hablan demasiado de este campamento de entrenamiento al noroeste de Peshawar, a unas 20 millas de Afganistán. Pero el programa es un símbolo de la extraña dualidad de la relación — una mezcla de distancia en público y cooperación privada que resulta inusual para las dos partes.

«Mantenemos buenas relaciones, va muy bien», dice el Coronel Ahsan Raza, el mando militar al frente del campamento, cuando hice una visita la tarde del martes, dos días antes del fatal ataque fronterizo estadounidense. Pero el comandante paquistaní hizo énfasis en no parecer demasiado próximo a América, destacando que los instructores estadounidenses proporcionaban conocimientos técnicos, no cortaban el bacalao.

Las dos partes consideran el programa un éxito. Pero la iniciativa conjunta enmascara la tensión que sólo puede agravarse en los próximos meses.

Pakistán quiere utilizar la Patrulla de Fronteras de 70.000 efectivos para estabilizar las Zonas Tribales de Administración Federal, o FATA, y detener en seco la insurgencia talibán nacional. Estados Unidos, luchando en Pakistán, quiere que Pakistán ayude a precintar la frontera y destruir los refugios utilizados por al-Qaeda y los talibanes afganos. Las dos partes hablan como si sus objetivos fueran idénticos, pero no lo son. Las prioridades enfrentadas quedaban en evidencia en las conversaciones mantenidas la pasada semana con los militares paquistaníes.

Warsak es el proyecto del Mayor General Tariq Jan, el mando de la Patrulla de Fronteras. En su cuartel general ubicado en la antigua fortaleza de Bala Hissar en Peshawar, la vestimenta tradicional de los «exploradores» tribales, como se les denomina, te hace dudar de que los tiempos del Raj británico hayan pasado realmente. Tras el escritorio de Jan hay una placa con los nombres de sus predecesores remontándose hasta 1907.

Jan afirma que es hora de que Pakistán pase de las grandes ofensivas militares en las zonas tribales a lo que llama medidas «del orden». “Nada de operaciones apisonadora», dice.

El Teniente General Asif Yaseen Malik, al frente del ejército paquistaní en las zonas fronterizas occidentales y superior de Jan, expone la misma idea. «No espere grandes operaciones contundentes nuevas», dice. «Hemos cambiado de estrategia en favor de un enfoque más amable».

Esto no puede tranquilizar al General David Petraeus, el mando militar estadounidense en Afganistán. Se rumorea que tras varios meses en Kabul, ha llegado a la conclusión de que mayor presión paquistaní en los refugios es crucial para el éxito estadounidense. Ese es el conflicto básico — una América al borde de sus posibilidades quiere un incremento paquistaní en las zonas tribales; un Pakistán al borde de sus posibilidades quiere simplemente mantener la paz.

La estrategia de Jan es una versión actualizada del viejo enfoque británico: trabajar a través de los maliks tribales, mantener abiertas las vías de circulación y reprimir a los renegados. Quiere mantener el orden a través de tres vías de intervención: las milicias locales conocidas como “reclutas”, reclutados por los maliks; los efectivos de la Patrulla de Fronteras dispersos por las zonas FATA; y la artillería pesada del ejército paquistaní.

Trabajando con los instructores estadounidenses en Warsak, Jan ha inventado ciertas tácticas inteligentes: los vehículos privados que circulan en las FATA disponen de chips electrónicos que registran sus desplazamientos. Los exploradores informan de actividades sospechosas a través de sus radios de fabricación estadounidense, y los francotiradores van a abatir a cualquier sinvergüenza haciendo uso de sus rifles de precisión de fabricación estadounidense. Para demostrar que vuelve ese orden, el fornido Jan, vástago de una familia pastún de sangre azul, se iba de excursión el pasado verano por las zonas FATA con su mujer y su hija.

El entusiasmo de Jan es contagioso: «No hay refugios en la zona bajo mi responsabilidad — puedo llevarle a cualquier parte, cualquier lugar, en cualquier momento”. Eso esquiva el hecho de que Waziristán Norte y el Sur, los principales enclaves problemáticos, siguen bajo la responsabilidad del ejército.

Recorriendo las carreteras de las zonas fronterizas, en ocasiones se tiene la impresión de viajar en el tiempo. Pero esa estrategia «retorno al futuro» es un corrector temporal, en el mejor de los casos. Con el apoyo estadounidense, Pakistán debería estar avanzando, no retrocediendo. Los años de guerra han dado al traste con el viejo orden tribal, y el objetivo a largo plazo debería ser incorporar las zonas tribales al Pakistán moderno en lugar de dejar que campen a sus anchas.

Los ataques con vehículos estadounidenses no tripulados y el resto del armamento pueden dispersar a los insurgentes, pero no van a traer estabilidad. Tampoco lo harán los francotiradores de Tariq Jan. De alguna forma, la población de esta desolada región tiene que intuir que se juega mucho en un futuro diferente al enfrentamiento continuo.

David Ignatius

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