martes, noviembre 26, 2024
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Un giro a la izquierda

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Se despliega estos días, tras la toma de posesión de los nuevos ministros, una paradójica retórica izquierdista. Si el presidente, al anunciar la remodelación, habló de la recuperación del voto de “centro-izquierda”, la nueva ministra Aguilar insiste en las políticas progresistas y de izquierda. Se repite que el ministro Gómez estuvo en la manifestación contra la reforma laboral (como si eso fuera un mérito o un título académico) y se habla una y otra vez de la preocupación y el gasto social como demostración del carácter socialdemócrata (o más) del Gobierno. Habría que subrayar, de todos modos, que ese gasto social incluye las partidas automáticas de sanidad y educación con lo que, a la postre, se convertirían en progresistas y socialdemócratas bastantes de los gobiernos regionales del PP.

Los parámetros y el escenario en el que este Gobierno va a trabajar son los que son. El presidente Rodríguez Zapatero no sólo no va a poder modificar su política de ajuste y ahorro sino que, no sin un cierto patetismo, la vicepresidenta económica señaló durante la presentación de los Presupuestos que, de no darse las previsiones de ingresos, se tendría que dar una nueva vuelta de tuerca en los recortes para mantener el déficit señalado en los mismos. Una política de izquierda es una política de gasto público y, sencillamente, no hay dinero. Es más, la paradoja de las políticas sociales del presidente fueron posibles mientras vivíamos en la “burbuja capitalista y neoliberal” que ahora se critica agriamente desde el PSOE como madre de todos los males. En cuanto hizo crisis, y mientras se peroraba sobre una nueva etapa, se constató que no se podía mantener un gasto que era parte de la “burbuja”. Quedaría, entonces, la retórica izquierdista para hacer una política que la izquierda desaprueba. O la explicación izquierdista de que lo que se hace a regañadientes es lo único que se puede hacer.

No hay, desde luego, una única política posible. Sin embargo, para aligerar la intervención pública o para no limitar en exceso el llamado gasto social, que son opciones discrepantes, hay que acometer una tarea fundamental. No es otra que reordenar las administraciones públicas, evitar excesos, controlar la deriva voraz de la mayoría de los gobiernos autonómicos y sus empresas públicas, eliminar duplicidades, estructurar las políticas generales sin vetos, aduanas o fielatos regionales, replantearse, en suma, la mastodóntica estructura del Estado. Cuando se haga, que tampoco se puede hacer con la rapidez de la reforma laboral o de la congelación de las pensiones, podrán abordarse, en un esquema serio y razonable, unas y otras políticas. La cuestión, por tanto, no es si el nuevo Gobierno comunica o no mejor que el anterior o tiene más o menos empaque, sino si está dispuesto a una tarea ingente e incómoda, pero necesaria, para que pueda discutirse sin demagogia si se hace una política de izquierdas o de derechas. De otro modo, la partitura será, como ahora, impuesta.

Germán Yanke

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