domingo, noviembre 24, 2024
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Leire Pajín. La destreza de ascender y ganar

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Cuando Tomás Gómez introdujo la criptonita en la política tuvo que ser porque Leire Pajín se la cedió. Frente a Rubalcaba y sus décadas acumuladas de Gobierno, la más joven del grupo de Zapatero vuelve a hacer carrera. Hoy ha recibido una cartera por cada mano, Jiménez le entregó Sanidad y Aído, Igualdad. Pero esta ganadora de la remodelación también es líder en recibir embates, rechazos y desmarques de género. De derechas e izquierdas, desde la oposición a su propio partido. Con alguna razón y sin ninguna.
 
A la vista del escándalo nacional que han provocado las palabras del alcalde de Valladolid, refiriéndose a “morritos y condones” para hablar de la nueva ministra, De la Riva ha rectificado diciendo que no era un comentario machista. Menos mal. Si la disculpa quería evitar que el PP pidiera su dimisión podía habérsela ahorrado. El PP, hoy como ayer, no ha dicho nada. Sobre esto y con cierta rabia, reflexiona un compañero de Pajín camino a la toma de posesión; “Sorprenden las declaraciones de este alcalde porque adquieren un eco mediático superior, pero esto ha sido continuo desde hace mucho tiempo”.
 
Y de ahí, los ejemplos. En un flash back sin orden cronológico, el triple salario se le reprochó durante meses. Cobraba como secretaria de Organización, senadora y ex secretaria de Estado de Cooperación. La queja de los suyos; “¿Por qué salió el tema del sueldo con ella y no con su antecesor? En Ferraz era el mismo que cobraba Pepe Blanco”. Quedan los titulares donde los treinta y dos no eran edad de salarios mayores, “Para que luego digan que los jóvenes no tienen buenos sueldos”, decía La Vanguardia.
 
Se elevó a noticia su cambio de peinado. Dos diarios recopilaron hasta seis modelos para demostrar como construía su autoridad a base de plancha y secador. En consonancia editorial, los mismos medios cuestionaban la Igualdad como materia de Estado. Y con la veda abierta, los apelativos denigratorios a su forma de vestir, de hablar, de moverse, los supuestos romances y otros tantos insultos asociados, como único argumento, a la ineficacia laboral.
 
En el balance interno de su gestión hay menos chascarrillos y más tensiones. En aquel verano de 2008, recién llegada a Ferraz, las malas cifras económicas se deslizaban sin freno. Según cargos de la sede, “se pasó de una cultura de partido en la cual el tema económico no era un problema a ponerlo en primera línea, es la única secretaria de organización del PSOE que ha tenido que defender al Gobierno en una situación complicadísima”. ¿Y lo más duro?,  “Aguantar los ataques machistas dentro del partido”.
 
En un reguero de males menores, el desgaste formaba parte de la estrategia. Por citar un caso, explican en Moncloa, “decían que los barones no la respetaban. Pero en Andalucía, Griñán es su maestro del Congreso; ¿Patxi López? La consideran de allí; ¿Fernández Vara en Extremadura?, total admiración; Eva Almunia en Aragón es propuesta de Leire; al presidente de Asturias, Álvarez Areces, le cedió su jefa de prensa; y en Baleares está mano a mano con Antich”.
 
Asimilada la crisis económica, llegó un momento en que las fricciones en el Psoe fueron insostenibles y trascendieron. Por lealtad e interés de ambos con Zapatero los golpes más bajos no se contaron. Pero hoy ya es posible hablar de vencedores y, si no vencidos, abatidos. ¿Dónde quedan Elena Valenciano, Gaspar Zarrías o Antonio Hernando? Dicen los críticos de Pajín que ésta era la forma de apartarla del aparato. Sin embargo, Marcelino Iglesias, nuevo secretario de organización, es nombre – y hombre – suyo. Para marcar terreno ya ha citado a todos los ministros. Blanco, entre la pared y su propia espada, tiene por fuerza que ponérselo fácil, una segunda fricción le pondría en evidencia.
 
Y si la política no ha perdido toda coherencia, Leire Pajín se hace cargo de un ministerio que delatará su buen o mal hacer. En Sanidad tiene todo por demostrar. Con Igualdad, en peligro de extinción, más de lo mismo. La Secretaría de Estado de Cooperación no sirve para medir su talla, eran otros presupuestos, otros años felices. Por el bien suyo y ajeno, cabe esperar que deje de hacerse y crecerse tras las broncas e insultos. Si Zapatero ha hecho famoso el «A estas alturas no vamos a descubrir a Rubalcaba», Pajín podría ahora descubrirse a sí misma.

Pilar Velasco

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