No hay un Gobierno que cuando las cosas le van mal no apele al ya manido argumento del «no comunicamos bien», confundiendo el método, la herramienta con el fondo. La comunicación es eso, una herramienta para transmitir las políticas que se llevan a cabo, pero cuando una decisión política no se entiende o hay que explicarla muchas veces, el problema no es la comunicación, sino la política que se trata de explicar.
En todo este desgraciado asunto del Sáhara en el que Marruecos ha ganado la batalla por la mano, la famosa «remontada» del Gobierno ha hecho aguas pese a que haya destacados ministros que creen que no es para tanto y que la reacción de la opinión pública española es «claramente emocional». Nuestra extraordinaria relación con Marruecos se ha llevado por delante a la ministra de Exteriores que hace tiempo debería haber hablado con Francia y, desde luego, entrar en contacto con la administración Obama en lugar de interesarse por la rodilla de Evo Morales.
Esa relación «prioritaria» con Marruecos ha llevado a que de nuevo se requieran los servicios de Moratinos y, al mismo tiempo, a que Rubalcaba , desde el martes, sea otro referente gubernamental en la medida que ha dado por buenas las explicaciones de su colega marroquí. Si en el campamento arrasado había delincuentes e incluso infiltrados guerrilleros o similares ¿alguien se cree que el ejército marroqui entrara sólo con mangueras de agua caliente?. Una cosa es poner en duda la versión saharaui, que también hay que hacerlo, y otra bien distinta que ahora el gobierno de Mohamed nos quiera hacer creer que lo suyo es ir de ONG por la vida. En este asunto ya ni Rubalcaba—que ya es decir—ha convencido.
Política y comunicación en esta ocasión van de la mano. Si a los ojos de la mayoría resulta patética la comunicación del Gobierno los motivos no hay que buscarlos en la falta de locuacidad o de experiencia de Trinidad Jiménez y Alfredo Perez Rubalcaba, sino en la política misma ante Marruecos que no sería objeto de crítica alguna si por parte de Mohamed hubiera una justa correspondencia y no la hay por mucho que hablen de la colaboración entre ambos países . En cuanto se les ocurre plantean problemas y lo seguirán haciendo. El dia que oigamos al gobierno marroquí y a su Rey afirmar con solemnidad que sus relaciones con España «son prioritarias», ese día algunas percepciones se irán modificando. De momento la prioridad es solo para España y lo malo es que ellos, el gobierno marroquí, lo sabe.
Charo Zarzalejos