domingo, noviembre 24, 2024
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Debate sobre el paro

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Más comunicación es, sobre todo, más complicaciones, decía el filósofo. Y al presidente Rodríguez Zapatero, aunque sea con el aderezo de insistir una vez más en todo lo bueno que se ha hecho, subrayar su preocupado trabajo y asumir retóricamente la responsabilidad, un poco de sinceridad le coloca al borde de la catástrofe. Ayer, en el Congreso, nos dijo lo que ya sabíamos: que ni se resuelve por el momento el problema del paro ni se espera la solución a corto plazo. O nos acostumbramos a este estancamiento, que será relativamente largo, o nos espera un nuevo susto. El nuevo susto no parece ser, como algunos auguran, el rescate europeo de la economía española, sino un nuevo «mayo» en el que se vuelva a obligar al Gobierno a recortes y reformas. La vigilancia –y el efecto de la vigilancia en la credibilidad- es patente y, apenas un día después de que el Gobierno afirmara que la reforma del sistema de pensiones se demoraba a abril (es decir, se demoraba, porque con las elecciones autonómicas sonaba a retraso sine die), el presidente se ve obligado a decir que antes de éstas estará el decreto. La Unión se lo acababa de exigir.

Mariano Rajoy, para afrontar esta tesitura, tiene un programa que comienza con una premisa indispensable: que termine el tiempo de Rodríguez Zapatero, que se convoquen elecciones. Se convocarán al final de la legislatura y, seguramente, terminará el tiempo del actual presidente y otrora campeón del optimismo antropológico. ¿Es, sin embargo, lo único que se puede hacer ahora? ¿Lo único que se puede proponer?

El Gobierno tiene un problema doble. Uno, estratégico: por mucho que se quiera proteger al presidente con Pérez Rubalcaba y los ya olvidados quince portavoces, la realidad es tan impepinable que, en cuanto se ve obligado a subir a la tribuna despojado de la demagogia de los mítines, todos los males se concentran en él. El otro es de fondo: la aceleración de las reformas, que tienen que ser de cirugía mayor y afectar aún más al Estado del Bienestar y a la estructura de las administraciones públicas, será un nuevo golpe al núcleo ideológico de Rodríguez Zapatero y a sus posibilidades electorales a corto plazo. Si lo hace, lo paga. Si no lo hace, lo pagamos todos. Si pretende ganar tiempo, lo pierde la economía española. No ser como Irlanda no significa que nuestra enfermedad no sea gravísima.

Mientras, el PP se empeña en subrayar que, a través de enmiendas y declaraciones, ha hecho las propuestas concretas que algunos niegan. Otro problema doble. De una parte, si hay realmente tantas propuestas y se extiende la sensación de que no se hacen, algo falla. De otro lado, da la impresión de que esas propuestas realizadas tienen siempre un carácter edulcorado, es decir, como si no fueran a suponer una intervención quirúrgica tan dolorosa como de gran calado. Y le va a tocar hacerla. Unos aseguran que es mejor hacerla en su momento y no anunciarla, como si temieran la misma desbandada que asusta al PSOE. Otros, y yo me cuento entre ellos, preferirían alguna aclaración, de lo que se precisa y de lo que se quiere conseguir con ello y vislumbrar en la oferta alternativa que no flaqueará la mano a la hora de entrar en el quirófano.

Germán Yanke

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