Son ya muchos días, con muchos acontecimientos importantes en los que el Presidente ha estado ausente. Así se percibe. Se percibe que el Presidente está pero no está y que ha optado por dejar que Rubalcaba, además de todos sus muchos cargos, ejerza también como un escudero en el sentido más rotundo del término.
Hay quienes achacan esta ausencia a la cobardía, cosa que no creo. Otros intuyen que se trata de una especie de ensayo general para el adiós definitivo, una especie de retirada controlada y no faltan quienes ven en esta ausencia un cambio de estrategia según la cual el Presidente no debe meterse en todos los charcos por grandes y profundos que estos sean.
Interpretar al Presidente no es tarea fácil. Siempre, o casi siempre, ha logrado sorprender. Siempre, o casi siempre, ha sacado en el último momento una carta sorpresiva y siempre, o casi siempre, cuando se le ha creído superado o abrumado por la realidad ha aparecido con imagen de serenidad haciendo bueno el slogan de quienes más le conocen «el es el hombre tranquilo«, dicen.
Por detrás de todo esto, se mantiene la alerta -eso sí que es alerta- de una posible retirada que aquellos que en Valencia recibieron a Rubalcaba al grito de «presidente, presidente» parecen desear. Con Zapatero es mejor no elucubrar, no dar nada por sentado. Es verdad, y él lo sabe, que no atraviesa sus mejores momentos porque lo que se está viviendo en el PSOE y en el Gobierno es una lenta y dura agonía, pero el Presidente es el de siempre y es seguro que cuando sepamos el por qué de la ausencia, nos puede sorprender. Siempre ha tenido una carta en la manga y ahora también, sólo que él ha elegido el momento oportuno para ponerla encima de la mesa y ese momento aún no ha llegado y queda un poquito para que llegue.
Charo Zarzalejos