sábado, enero 11, 2025
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Larry Summers se va al fresco

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Fue la última pregunta del turno tras el discurso final de Larry Summers como asesor económico de la Casa Blanca del Presidente Obama. «¿Qué va a echar más de menos», planteaba Caren Bohan, de Reuters, «de estar en la Casa Blanca?»

Summers podría haber aprovechado la oportunidad para dar elocuente jabón acerca de las virtudes del servicio a la nación, pero en lugar de eso echó un vistazo a quien planteaba la pregunta. «A las periodistas como usted», dijo. Se produjo una incómoda risa. Los ojos de Bohan se abrieron, y Summers se rió entre dientes de su pequeña broma.

Viniendo de un caballero que está pronunciando su discurso ceremonial de despedida, con las cámaras de televisión grabando, fue extrañamente petulante. Bohan había redactado un perfil de Summers este año en el que destacaba sus «facetas más bastas» y su papel haciendo que los debates entre los asesores económicos de Obama recuerden a «un torneo de la federación de lucha libre».

 

Pero el golpe de despedida fue un clásico de Summers: un caballero que ascendió al estrellato nacional gracias a su intelecto pero que ahora abandona una administración en la que es más conocido por lo indigesto que es. Durante los dos últimos años, no le han faltado motivos de mal humor.

Él era el niño prodigio que, a los 28 años, se había convertido en uno de los catedráticos más jóvenes de la historia de Harvard. Antes de cumplir los 40 se incorporó a la administración Clinton, donde en calidad de asesor económico y secretario del tesoro ejerció en tiempo de bonanzas — ganando un renombre que le impulsó hasta la presidencia de Harvard.

Pero Summers alcanzó la cima enseguida. Primero llegaron sus conflictos con las mujeres del claustro de Harvard, llevando a su nada ceremonial marcha y su chiste el lunes de «llegué a Washington para abandonar la política». A continuación, volviendo al gobierno, no se contempló su nombre para ocupar su viejo cargo en el Tesoro ni la gobernación de la Reserva Federal. Esta vez, Summers abandona la administración a los 56 años con una tasa de paro en el 10%, y con los Demócratas y los Republicanos hablando del «fracasado» equipo económico de la administración.

La mañana del lunes acudía al Instituto de Legislación Económica, un laboratorio de ideas izquierdista, para pronunciar su discurso «perspectivas relativas a los dos últimos años». Pero en sus declaraciones, no habló ni de una sola decisión errónea que tomara.

En el turno de ruegos, Dan Froomkin, del Huffington Post, solicitaba a Summers que hiciera una lista de las cosas que lamenta. El economista se limitó a decir que «hubiera gustado ver un progreso más acelerado», pero que «en relación a lo que se temía realmente de forma muy generalizada, el resultado ha sido muchísimo mejor».

La interpretación final de Summers tuvo mucho de carácter. Llegó 10 minutos tarde, americana abierta, camisa tirante en la botonera, pantalones manchados a la altura de una de las rodillas. Su pelo mostraba signos de esta recién levantado, pero podría haber sido revuelto por Summers durante uno de sus encuentros matutinos. Sacudía las piernas mientras escuchaba la presentación del presidente de la institución Larry Mishel, que tuvo unas palabras nerviosas para su invitado. Aunque los dos caballeros crecieron en Filadelfia, decía Mishel, «cuando (Summers) se mudó a Boston adoptó a los Red Sox como equipo de béisbol. ¿Yo? Sigo siendo hincha de los Fightin’ Phils».

Summers se apresuró a refutar esta idea — insultando al equipo de casa. «Si viviera en Washington seguiría siendo hincha de los Philies igual». Se produjeron sonidos de pesadez entre la audiencia.

Después, el discurso de despedida se pronunció en un tono adecuadamente erudito. Summers habló de «foros mundiales» y «el bien doctrinario» y «el corolario de Moynihan para la enfermedad de Baumol». Pero más que cerebral, era agresivamente confiado.

«De no haber sido por la disposición del Presidente Obama a apoyar una respuesta lo bastante agresiva desde la etapa final de la campaña presidencial hasta sus primeros días y meses en la administración, no albergo dudas de que veríamos un mundo totalmente distinto hoy», decía.

Recordó sus días de gloria durante los años Clinton – «Estados Unidos mejoró sus déficits estructurales casi cuatro enteros porcentuales del PIB entre 1993 y 2000» — y sostuvo que Obama «ya ha dado varios pasos importantes» para rebajar el déficit. «No soy de los que ven el colapso financiero en el horizonte inminente», decía Summers.

Pregunté a Summers si, en perspectiva, había algo que hubiera hecho de otra forma. Reformuló la pregunta. «¿Me gustaría que los resultados fueran aún mejores de lo que lo han sido en un buen número de dimensiones distintas? Por supuesto. Pero creo que el presidente tiene razón al enorgullecerse de lo que se ha evitado. Y eso no siempre es fácil que lo entienda la gente, pero es algo que yo considero importantísimo».

Los estadounidenses no saben lo bien que les vienen dadas – porque no son tan listos como Larry Summers.

Dana Milbank

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