En la sucesión de Rodríguez Zapatero, que cada día se plantea con más frecuencia, hay dos asuntos significativos. Uno, la frivolidad, el tomárselo a broma, como parece que hizo ayer el propio presidente comentando a un grupo de periodistas, medio en broma, que ya había comunicado a una persona sin identificar su futuro. Puede que algunos, aventando el rumor y la incertidumbre, piensen que se desvía la atención de algunos de los graves problemas del país, pero de este modo no se hace sino añadir uno. Los problemas siguen ahí, afectan tanto a los ciudadanos que no hay modo de apartarlos de las preocupaciones cotidianas más allá de algunos segundos, y, además, la incertidumbre juega en detrimento del PSOE. Si ya las encuestas pronostican la debacle electoral del socialismo español, más allá de lo que se podía prever hace un par de meses, sólo falta la especulación sobre el abandono del presidente o los dimes y diretes sobre su sucesor.
Aseguran quienes le conocen que Rodríguez Zapatero decidirá con “lógica”, es decir, será el mismo quien evalúe si, como apuntan algunos, su presencia encabezando las listas es un lastre o, como dicen otos, es, a pesar de la crisis, la mejor opción posible. La segunda cuestión, en esta línea, es preguntarse si debe entrar en la “lógica” la previsión sobre el resultado electoral del PSOE porque su sustitución candidato sólo se justificaría no porque uno pueda ser mejor que otro sino, sencillamente, porque otro podría ganar unas elecciones que uno, el presidente, tiene más que perdidas. Si no es así, buscar un sucesor no tendría sentido y la derrota sería parte de la coherencia del propio presidente para dar paso, después, a la elección del secretario general. Sustituirle para perder, quemar dos o más cabeceras de listas en la misma operación, sería suicida para el futuro inmediato del PSOE, es decir, a corto y a medio plazo.
Hay quien dice, aunque yo lo dude, que hay, en este momento, mejores candidatos en el PSOE, es decir, nombres que restan menos que Rodríguez Zapatero. Admitámoslo, como recurso argumental, pero ¿hay alguien capaz de ganar las elecciones? Como no lo hay, si no se da un milagro del que el actual presidente sería el primer beneficiario, más le valdría al Partido Socialista acostumbrarse: perder con Rodríguez Zapatero y, a continuación, renovar el partido, el líder y los equipos.
Germán Yanke