Ante todo debo decir que no he visto ni un solo programa de esta edición. Pero es que no me hacía falta para saber la razón del fracaso. El tema es sociológico. Ahora se echan las culpas la cadena Tele5 y la productora. Hablan de la presentadora, el jurado, los concursantes o que se ha quemado de tanto estar en la “parrilla”, que es como llaman a las programaciones. Todo eso son tonterías y demuestran no conocer a nuestra amada piel de toro.
Verán: si hay un momento triste, deprimente y patético en una semana es el domingo por la noche y ese es el día y la hora que eligieron para programar este “formato”, como ahora se dice.
Un domingo noche cualquiera, el padre de familia está sumamente cabreado pues al día siguiente es lunes y hay que madrugar. Dicho enfado puede ser leve o grave en función de los resultados del fútbol: si es aficionado a algún equipo que ha ganado deseará ver hasta el último detalle de la victoria que los repiten hasta la saciedad en otras cadenas. Si el equipo ha perdido se preguntará cuantos plazos faltan para pagar ese enorme pero estrecho aparato que ahora se llama plasma. También influye en su mal humor lo de la quiniela que generalmente no ha sido tan acertada como él pronosticaba, por lo que no puede cambiar de vida e irremediablemente debe poner en hora el despertador.
La ama de casa tiene los mismos síntomas pero no puede expresarlos, ya que además debe organizar la comida para no sé cuántos días. Guisos y demás viandas que irán pasando del congelador al microondas en sucesivos días.
Los adolescentes a esa hora, observan toda esta tensión con la indiferencia que produce tanto lo que es ya muy habitual como el estado comatoso en el que se encuentran, después de dos días en los que lo de dormir no lo han ejercitado mucho.
Por último los niños, si no están ya dormidos, perciben el ambiente descrito que se enseñorea de toda la casa y después de un par de intentos de llamar la atención, rápidamente se dan cuenta que lo mejor es hacer un discreto mutis.
En este pequeño mundo tan atormentado, la cadena alegre nos propone una pomposa gala en la que unos aficionados cantan de forma muy regular las canciones de Mariah Carey y demás artistas de su mismo corte, ya sea en solitario, en terribles dúos o en atroces tríos, con una liturgia ya muy conocida y con un frenesí como si estuviéramos en un cutre fin de año. Eso te lo ponen un jueves y hasta funciona.
Ante tan confusa y disparatada situación la única disyuntiva que existe es si apagan la tele ellos mismos o bien dejan este menester para los abuelos, que como están jubilados y con el lío de las pensiones en estado de duermevela, se tragan hasta la teletienda.
Ellos son el llamado share.
Paco Fochs