Nadie le puede negar a José Bono su capacidad para hacer que una cosa parezca lo que no es. En Castilla-La Mancha muchos ciudadanos creen tener el reloj de pulsera de Bono cuando, en realidad, según las malas lenguas, eran “pelucos” del “todo a cien” que, el entonces Presidente de Castilla-La Mancha, repartía a diestro y siniestro después de que, eso sí, estuvieran unos minutos en su muñeca. Las anécdotas que retratan el perfil de “prima donna” de Bono son incontables y, probablemente, esa haya sido una de las causas, no menos importante, por las que el “sanedrín” socialista no quiere contar con él. La leyenda de los relojes no deja de ser, en efecto, un chascarrillo que en Madrid hace gracia pero que deja de tenerla cuando el albaceteño, desde su posición en el lugar más alto del Congreso de los Diputados, ahora, o desde el patio del Ministerio de Defensa, anteriormente, organiza saraos que escandalizan a unos y avergüenzan a otros, al tiempo que los unos y los otros le esconden la opinión sobre sus excesos. Sin embargo, a las gentes les gustan este tipo de coas.
Estas estrategias que Bono fabrica para llegar a los ciudadanos, y lo consigue, son las mismas que le separan del PSOE donde no se entienden sus aquijotadas maneras.
Perdió el Congreso socialista que rivalizó con Zapatero y ahora se ha quedado sin opciones de revalidar su opción de recambio necesario.
Hace unos días, la Ministra de Defensa, a la que desde hace tiempo algunos sectores la ven como sucesora de Zapatero, alimentó la duda en el corral con la ambigüedad de sus palabras sobre las primarias. En efecto, como dijo, “no sería lógico que no pudieran opinar los militantes”. Ocurre, sin embargo, que casi todas las primarias que ha celebrado el PSOE se han caracterizado por sonoras equivocaciones –de los militantes- que mas tarde se han tenido que enmendar tras pagar un alto precio electoral.
Pero si Carme Chacón se ha atrevido a abrir esa posibilidad es porque sabe más de lo que habla y no lo habría hecho sin permiso. El silencio de Pérez Rubalcaba, entre tanto, también es sintomático, y si ha callado estos días es porque su silencio también tiene precio, precio político, claro está. Lo que son las cosas, Chacón y Rubalcaba de nuevo juntos, aunque por separado por el mismo objetivo. Si ambos se enfrentaran en unas primarias sería, lógicamente, por una obviedad: que Zapatero abandona. Y de hacerlo, debe ser, necesaria y obligatoriamente, antes del 22 de mayo para que, en primer lugar, los candidatos socialistas a las municipales y autonómicas tengan tiempo para recomponerse y sacarse el lastre; y en segundo, para que el hipotético sustituto de Zapatero pudiera ordenar las enflaquecidas filas socialistas que, simplemente, buscan un líder en el partido y en el gobierno.
En este cometido podría haber estado Bono. Sin embargo, aun siendo de los tres el único capaz de aglutinar el sentimiento de ciudadanos –incluso de los votantes del PP- y de los militantes socialistas, no goza de las bendiciones del aparato. La maquinaria del PSOE no pasa por alto su animadversión a los nacionalismos catalán y vasco y, tanto el PSE como el PSC , no lo han querido nunca como líder de un proyecto global ya que no lo habrían podido manejar como lo han hecho con el actual Presidente del Gobierno. Ni ahora ni en el año 2000 en el XXXV Congreso del PSOE cuando Bono, además, sufrió la felonía de algunos “compañeros”.
Por eso, nunca será Secretario General del partido de Pablo Iglesias ni jefe del ejecutivo, por mucho que un despistado Jordi Sevilla apunte a Bono como sucesor de Zapatero.
Entrar en la pregunta fácil de qué habría sido de este país con Bono como
Presidente es política ficción. Pero, sin duda, habría sido más divertido.
Y todo por un puñado de votos. Nueve para ser exactos y diez traiciones.
Editorial Estrella