Un editorial de Estrella Digital del 7 de Febrero decía que si Sortu, “la nueva cara de Batasuna ha movido ficha es porque no le quedaba otra salida”. Cada uno de los acontecimientos que han ocurrido desde ese fecha parece que dan la razón a quienes así piensan.
De modo muy especial, la captura de cuatro presuntos etarras, con armamento y explosivos en su poder, y a los que se les relaciona con el asesinato del comisario de Policía Eduardo Puelles, debería haber sido un elemento suficientemente sólido como para esperar un signo de la nueva izquierda abertzale.
Pero no, a estos “chicos” como los llamaría Arzalluz, les falta cintura y les sobra demagogia. El día de su presentación se les llenó la boca de decir que aspiraban a “contribuir a la paz y a la reconciliación” y que “la Izquierda Abertzale rechaza y se opone al uso de la violencia, o la amenaza de su utilización, para el logro de objetivos políticos y, eso incluye la violencia de ETA, si la hubiera, en cualquiera de sus manifestaciones”.
Menos de un mes después de aquello, y cuando sus estatutos, militantes y comportamientos, están siendo escrupulosamente investigados por la policía y analizados por justicia para decidir sobre su legalidad o no, han dejado escapar una nueva oportunidad de parecer y querer ser limpios. Según sus explicaciones del mes pasado, tenían razones más que suficientes para haber dado la cara ante la sociedad e intentar que esta creyera en su palabra.
Como ha dicho el Ministro del Interior, la desarticulación del comando terrorista es una prueba de que ETA no ha dicho adiós a las armas ni a la violencia. Y debería haber sido también una prueba para que Sortu se posicionara firmemente ante los etarras, pidiera la disolución de la banda y condenara sus acciones pasadas como han hecho los partidos con los que pretende concurrir en igualdad de condiciones democráticas.
En la información que publica Estrella Digital, fuentes de la izquierda abertzale aseguran que el rechazo a la violencia terrorista no tiene marcha atrás, incluso aunque no se permita su presencia en las elecciones municipales de mayo. Sin embargo, siguen sin pronunciar la palabra mágica: condena.
Da la sensación de que siguen sin haber entendido la realidad de la situación, cosa que, por otra parte, tampoco sorprende a nadie.
Editorial Estrella