Me cuento entre los que se toman con cierto escepticismo las calificaciones de agencias como Moody’s y otras y entre quienes, al parecer menos, no acaban de entender la utilización de las mismas como herramientas de la refriega política. Si tomamos la rebaja de ayer de la agencia citada (de sobresaliente alto a sobresaliente por decirlo llanamente), uno podría preguntarse si realmente estábamos hasta hace unos días en situación tan maravillosa –lo que no habría captado la oposición- y ahora tan lamentable, es decir, que nuestros males tendrían causa en errores recientes y no en una larga trayectoria de errores, retrasos y confusión.
Ni las agencias, independientemente de su influencia, son infalibles ni muchas de ellas una suerte de vírgenes célibes que no se casan con nadie. Hemos asistido a sus errores y hemos tenido noticia de algunas que, recomendando seguros para la adquisición de determinadas deudas soberanas, son las mismas que los ofrecen. Pero tampoco vamos a rasgarnos las vestiduras porque un analista, en Nueva York o en un despacho de la calle Serrano de Madrid, vea nuestra economía con recelo o pesimismo cuando es idéntica la actitud de la mayoría de los españoles.
Así que identificar la rebaja de Moody’s con el fracaso de las reformas, como hizo ayer la portavoz del PP Soraya Saénz de Santamaría, me parece un modo poco fino de aprovechar la circunstancia. Sobre todo porque la citada agencia señala, para justificar su decisión, dos temas concretos. Uno, las dificultades del sistema financiero, asunto en el que el Gobierno le ha reprochado adelantarse a los acontecimientos porque pocas horas después le tocaba al Banco de España, como hizo, determinar las necesidades de cada entidad para cumplir con la solvencia obligada, que a algunos dirigentes del PP les parece, por cierto, exagerada y con un efecto pernicioso en la afluencia del crédito. Si les coge Moodys (que en puridad pretendería enmendar la plana, no se sabe con qué datos, al Banco de España y no tanto al Gobierno) a estos aguerridos populares, les riñe más que al equipo económico de Rodríguez Zapatero.
Y dos, la deuda y la situación económica de las comunidades autónomas, problema en el que podrían –o deberían- repartirse las culpas por igual los gobernantes regionales del PP y del PSOE. El PP ha elegido la vigilante opción de la crítica y el desgaste del Gobierno, que las encuestas señalan al parecer como suficiente, pero debería tener cierto cuidado, sin que se les tenga que pedir un programa de Gobierno mientras estén en la oposición y no se convoquen elecciones. Cuidado, insisto, porque en importantes regiones españolas ya gobiernan y en buena parte de ellas no se visualiza un modelo distinto en este campo que el que se lamenta en otras comunidades gobernadas por el PSOE.
Pero me temo que las cosas no van a cambiar cuando, junto a las críticas poco razonadas de unos, el partido gubernamental, por su parte, en vez de discutir las propuestas del PP sobre las cajas de ahorro –que en este asunto sí las hizo, las llevó a las reuniones de Zurbano, y Rajoy se las expuso al presidente en su reunión, le reprocha “no saber/no opinar” por su abstención en el Congreso. Todo tan ilustrativo que, a estas alturas, escudriñar los puntos de vista discutibles de Moody’s resulta una bagatela. O una fiesta que sirve a todos de disculpa.
Germán Yanke