Hace ya algunos años, en los tiempos de la fiebre del teatro experimental, asistí en un pequeño local de la madrileña calle de Arapiles, al montaje de una obrita de nombre <
Me gustaría saber qué piensa de todo esto Zapatero. Qué siente cuando comprueba que sus fieles llegan embozados a Ferraz y cuando les preguntan “¿no es usted uno de los que andaban con él mesías socialista?” y responden, como Pedro, “no conozco a ese Zapatero”. Le negarán hasta que el gallo vuelva a cantar en junio.
Felipe González se hizo decorar a la andaluza una estancia del Palacio de la Moncloa donde reunía a sus amigos para hablar de política o jugar al billar. Lo llamaron la bodeguilla. Disponía también de un cobertizo en los jardines del Palacete, allí cuidaba de su bonsáis. Desconozco si Zapatero tiene algún sitio donde pasar el tiempo hasta el 22 de mayo. Refugiándose en su despacho mal estamos: le puede atacar el fantasma que aísla a los presidentes de la España real. Tampoco lo imagino escondido en el cuarto de la plancha.
Seguramente es la mejor de las estrategias: centrar a los electores en aquello que se vota. Saben que los populares no hablan de aguas residuales, de la contaminación urbana, de proyectos municipales o de cómo funcionan los hospitales, los colegios o los servicios sociales en las regiones. Saben que el PP quiere convertir las elecciones de mayo en un tsunami antizapaterista que se lleve hasta el último chiringuito del alcalde socialista más humilde y ya de paso los entramados autonómicos levantados con esfuerzo y dedicación por sus barones.
Supongo que los expertos electorales del PSOE le habrán explicado ya sus teorías, y que él entenderá perfectamente la angustia sobrevenida que ha provocado en sus gentes el reajuste económico que viene aplicando. Pero es también muy posible que se pregunte por qué no meten en el mismo zulo a los compañeros de Madrid, Valencia o Murcia incapaces de restar un solo voto a la oposición en aquellas comunidades, aunque terminen todos como en el camarote de los hermanos Marx. Mientras tanto, y plagiando al autor de aquella representación, bien se podría reponer ahora con un rótulo parecido: <
Fernando González