martes, noviembre 26, 2024
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El escritor y el político

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Su nombramiento como miembro del Consejo Asesor del Euskera fue un signo de los nuevos tiempos, y su permanencia en él, un sensor del cambio vasco.  Dijo Jon Juaristi de su pertenencia al mencionado organismo que le divierte “chinchar” y que “en Alcobendas –donde reside- el euskera no te sirve ni para dar la hora”.

La provocación del notable escritor vasco, que en una democracia a prueba de bombas se hubiera quedado en una saludable licencia, había rozado la línea roja, la que conecta con la “identidad vasca”, e hizo surgir el esperpento; la escenificación de una sensibilidad herida por parte de nacionalistas mientras algunos socialistas elevaban el tono para calificarlo de “intolerable”. Sin embargo, la consejera de Cultura, haciendo honor a su título, rechazó el “linchamiento político” y reafirmó el talento de Juaristi, versado en la lengua vasca, como asesor honorífico.  Blanca Urgell, que así se llama, era consciente del valor de la metáfora no solo en la cultura. 

Recién esparcida la polémica local Juaristi habló en Bilbao.  Lo hizo después de exclamar “es la libertad, estúpidos” a quienes ronroneaban por tamaños desmanes de su boca.  Habló en su ciudad por primera vez en catorce años, desde que se refugió en Madrid de amenazas y hostilidades.  Fue a cuenta de su último libro “A cambio del olvido”, junto a la escritora Marina Pino,  una historia de antepasados que cruza las guerras carlistas, el nacionalismo vasco, el advenimiento de la República, el franquismo y el exilio.  El público abarrotó la sala ante una lección erudita.  Había sido bienvenido, a pesar de la polémica: años antes fue desairado en citas universitarias –a las que había sido convocado- o mediáticas, “para evitar líos” con los radicales.  “Algo debe haber cambiado” –dijo el escritor- “hoy puedo estar aquí”.

En el reverso del profesor, un político vasco se mostró cual escritor.  Jesús Eguiguren citó a Azaña y a Cánovas para desprenderse del significante solemne de español y al tiempo para reafirmar su patriotismo –frente al ‘patrioterismo’ de la derecha –dijo-”,  al sostener la bondad de legalizar a Sortu para alcanzar la paz.  Eguiguren, presidente del PSE, acusó al presidente Zapatero de “falta de valentía” por ceder supuestamente a las presiones del PP. Así que le emplazó al Gobierno al “pulso firme” contra el PP  y la mano tendida  hacia Sortu. 

Su arenga es otro sensor del cambio vasco, sustentado entre socialistas y populares. Pues si el cambio era un giro para la alternativa al nacionalismo el reclamo de “mano firme” contra sus socios no augura consistencia en un programa político y menos aún un proyecto de futuro.  El lehendakari, que encarnó el cambio al prestigiar el ordenamiento jurídico vigente, deberá optar entre la pasión de Eguiguren o la actual posición de Zapatero; o esperar a que los jueces decidan.¿Quién dijo que las víctimas presionaban a los jueces al convocar una manifestación contra la legalización de Sortu? Algunos miembros del Gobierno de Vitoria, los mismos que reclaman “generosidad” a las víctimas cuando no hay noticias de la entrega de las armas de quienes asesinaron a sus deudos.

Tan convencido está el presidente socialista vasco que insiste en que los vientos apacibles de ahora, aun con una ETA viva,  vienen de las conversaciones de Loyola, el proceso de negociación al que arrastró al PSE y al PSOE (Zapatero incluido) en el que se llegó a comprometer el marco jurídico autonómico con un organismo vasco navarro que suplantara en el futuro los dos actuales, así como en un referéndum por la autodeterminación. No fue suficiente para ETA que, dos años después, asesinaría al socialista Isaías Carrasco. 

Chelo Aparicio

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