Volvamos a casa. Zapatero cumple su función en la recta final de su mandato, tanto en las medidas anticrisis como en la determinación bélica –ONU incluida- frente a Libia. Lejos de las recetas milagro de su ideario, del diálogo como talismán de los conflictos en el mundo, de la Alianza de civilizaciones, muestra su faz de líder cuando su estela se apaga. (No dudó ante la mentira de Gadafi de su ‘alto el fuego’ después de mantener un perfil bajo para la intervención, al contrario de Sarkozy y Cameron). Retrocediendo sobre sus propios pasos, aflora el estadista, el que se alza como entusiasta de la intervención aliada cuando ya está decidida, o el que apunta que Sortu tendrá más posibilidades de ser legal cuando ETA no exista, frente a otros audaces. El líder que emerge en oposición a sí mismo.
Pero ya es tarde. Pulula por los acontecimientos como ausente; tras desatar el bullicio en el PSOE para su sucesión, al anunciar en Navidad que ya había tomado una decisión que sólo conocían “muy pocas personas”. Seguramente no podía hacer tal voltereta sobre sí mismo, adoptando las medidas anticrisis que negaban sus proclamas. Así que debilitado como líder ante la hipótesis de su renuncia, su decisión pública no podía eternizarse: lo barones autonómicos del partido evitan ser arrastrados por la corriente que auguran las encuestas.
Si con su desdén Zapatero no hubiera abierto el melón sucesorio el partido se habría visto forzado a un mayor debate. Tal vez es lo que ha rehuido. Hay decisiones, dijo González, que competen al partido, como la de designar a su candidato (sugiriendo que podría no serlo, que no dependía de él); pero hay otras que competen sólo al candidato, como es su propio deseo. Éste es insustituible. No puede decretarse por un Comité Federal ni por un Congreso extraordinario. No es posible mantener a quien no quiere.
Luego, si en un momento pensó en sucederse, la maquinaria del partido podía chirriar. Los cantos de sirena de Blanco y Chaves “el partido está contigo” sonaron ya vacíos. O entonces, o nunca, de todas maneras. Otros callaron y proclamaron ya a su sucesor. Así es la vida. Pero los que creyeron en él, en su ‘baraka’ y en su magia no debieran asustarse ante la derrota de mayo, pues tendría otro año para la remontada. Y en cualquier caso, líderes son también quienes se miden en la derrota. Por qué no Zapatero?
Otras paradojas. Diluido su perfil, despojado de su levedad, se abre paso al senior Rubalcaba, que nunca desplegó la simple candidez. Al contrario que aquél, éste sí tiene pasado y otros deudos. Pero no se embarcaría en su vocabulario.
El tiempo corre a favor de los enredos y conspiraciones. Aquellos que lloraron por las esquinas sobre la deriva socialista en peso de juventud y mujer (mi nieta es la que más posibilidades tiene para suceder al líder, dijo alguno), miran ahora con recelo al viejo socialista. Zapatero acabó haciendo lo que reclamaban los senior, los técnicos del partido. Ante la retórica del consenso, la responsabilidad de las medidas, ante el compromiso sindical, los pactos con los nacionalistas, ante la tentación dialogante con ETA, el pacto antiterrorista. Ante negar la crisis o meter la tijera, ésta última. Ante el debate nuclear o el cerrojazo, el debate. Otra cosa es la acción o la dirección del país.
Chelo Aparicio