Comienza Abril y nace marcado por los múltiples enfrentamientos que se van a celebrar este mes entre el Barça y el Real Madrid. Ello me permite hablar de futbol ya que durante estos acontecimientos, el mundo se toma una tregua. Por lo cual se supone que no habrá guerras, terremotos ni tsunamis. Eso espero.
Son dos equipos con conceptos distintos que se asientan en el propio gusto de sus aficionados más que en los protagonistas que copan todos los titulares. Para demostrar mi demagógica teoría hay que retroceder medio siglo cuando en Barcelona, el señor Kubala enseñó la belleza de un deporte. A partir de ahí se construyó el Camp Nou y el público valoró la técnica de Basora, la sobriedad de Olivella o Biosca, la elegancia de Ramallets, los estéticos remates de Kocsis o los acrobáticos disparos de Eulogio Martínez. Incluso, en muchas ocasiones, la inteligencia de Luis Suárez.
Mientras tanto en Madrid, un señor llamado Di Stefano representaba la actividad de todo un equipo personificada en un solo hombre. Junto a él, Puskas, Santamaría o Gento, entre otros muchos, pusieron la guinda, solidez y velocidad a un futbol directo que produjo una máquina potente y muy eficaz que siempre lleva y llevará consigo la obligación de ganar. Esto es lo que desea el público del Bernabéu, que solo vibra ante el gol. En especial si este es el tercero. A partir de ahí, el espectáculo pasa a denominarse como “épico”. Fundamentalmente si es en competiciones europeas.
De esta forma la ciudad condal se enamoró de la belleza y la capital de la eficacia. Intentar ir contra estos sentimientos tan arraigados en el público es una equivocación en la cual han caído Presidentes, Directores Técnicos, Entrenadores y Jugadores. Asumir esta forma propia de ver el fútbol por parte del público, ofrecerles lo que desean, es la mejor fórmula para acercarse al éxito.
En Madrid: unos jóvenes Xavi, Iniesta, Busquets o Pedro, seguramente hubieran languidecido en el banquillo y finalmente cedidos. En Barcelona: Raúl, Pirri, Santillana, Juanito o Morientes hubieran durado un par de años, siendo todos, unos y otros, grandísimos jugadores. La excepción de la Quinta del Buitre como ejemplo de futbol bello en Madrid durante unos años, se salvó por la eficacia de Hugo Sánchez y Butragueño. Algunos otros componentes conocen muy bien las iras del Bernabéu.
En Barcelona, Cruyff, maravilloso futbolista, fue una gran y trascendente consecuencia, pero no la causa ni el principio de todo. Con ello defino mi opinión sobre el papel que este extraordinario jugador y entrenador ha tenido en la historia del Barça, cuyo mayor mérito fue intuir y ofrecer el tipo de espectáculo que en el Camp Nou desean ver.
Así que deseo suerte para todos en este abril futbolístico y espero que ustedes estén de acuerdo conmigo en esta esporádica intromisión en el fútbol, ya que sinceramente creo que mi tesis no la mejora Pep Guardiola, Mourinho e incluso Valdano.
Claro que aún no habían nacido.
Paco Fochs