Los que dicen que Obama no es ciudadano estadounidense vuelven a latir.
Donald Trump ha saltado al pelotón de cabeza de los sondeos presidenciales Republicanos gracias en parte a la caprichosa manifestación por parte del candidato de que ha contratado detectives para sacar a la luz la partida de nacimiento del Presidente Obama en Hawái. Va empatado en el primer puesto con Mike Huckabee, que ha dicho que Obama creció en Kenia. La cada vez más olvidada Sarah Palin, tragándose su anterior libelo del nacimiento, ahora hace preguntas relativas al lugar de nacimiento del presidente.
Esperemos que los sabuesos de Trump no logren ubicar el documento secreto, porque si lo hacen descubrirán la verdad horrible y escalofriante: Obama nació moderado. De hecho, y saco esto directamente del registro de Honolulu, es el hijo bastardo de una unión laica entre pragmatismo y centrismo.
Por supuesto, no nos hace falta realmente su partida de nacimiento para saber esto. Simplemente nos hace falta escuchar su discurso de la tarde del miércoles, en el que daba su apoyo a las líneas maestras del plan de la comisión Bowles-Simpson de disciplina fiscal para meter en cintura la desbocada deuda de la nación. Aunque puntualmente luchó contra su raciocinio congénito en sus dos primeros años en la administración, que Obama dé su bendición al producto bipartidista de subidas tributarias y recortes del gasto público de la comisión de la deuda le confirma como moderado de nacimiento.
La suscripción por su parte del compromiso de la propuesta de la deuda, y de la iniciativa del grupo de senadores de la Banda de los Seis encaminada a convertir en legislación algo así, será considerado apostasía por parte de los fieles de los dos grupos. Pero eleva de forma dramática la probabilidad de que Washington solucione su problema de deuda, y alinea claramente a Obama con el votante independiente que va a decidir el resultado de las presidenciales de 2012.
Para los rivales de Obama, el apoyo del presidente al antiguo jefe de gabinete de Bill Clinton Erskine Bowles y al ex senador Republicano de Wyoming Alan Simpson se podría traducir en la derrota en una de las pocas cuestiones en las que mejor podrían superar al titular. La economía ha empezado a mejorar, las opiniones Republicanas en materia de política exterior se han dispersado, y el rechazo a la reforma sanitaria se ha visto comprometido por el hecho de que el candidato con más posibilidades, Mitt Romney, abogó por una legislación muy parecida a la de Obama.
La cuestión de la deuda, y el rechazo de Obama a proponer una solución viable, habían dado a los Republicanos la reivindicación de que el presidente no estaba liderando. Pero el secretario del Comité Presupuestario de la Cámara Paul Ryan robó esa ventaja a los Republicanos la pasada semana al dar a conocer un plan que, para despejar el terreno a las bajadas tributarias, propone importantes recortes en el programa Medicaid y un programa del estilo de las recetas para sustituir al programa Medicare.
Fue, me decía un alto funcionario de la Casa Blanca, «impresionante». Los asesores de Obama, castigados por la crítica de que el presidente apostaba al endeudamiento, aprovecharon la segunda oportunidad que Ryan les brindaba para reclamar el puesto que por nacimiento corresponde Obama: el centro.
Otro punto al Presidente Pasivo. Ryan reivindicaba el tímido liderazgo de Obama, según el cual esperaría a que los legisladores del Capitolio tomen la iniciativa. «Adelantarse no tiene recompensa», decía un asesor de Obama.
La propuesta de Ryan ha asustado a todos los aspirantes presidenciales Republicanos, a excepción del ex senador Rick Santorum (R-Nidecoñalandia). Los ideólogos que defienden el plan de Ryan, como el ex consejero de George W. Bush Peter Wehner, tratan de argumentar que los que se oponen a él son contrarios a cualquier reforma de lo social.
Pero incluso conservadores de referencia como el senador Saxby Chambliss, R-Ga., miembro de la Banda de los Seis, dicen que el plan de Ryan impuestos-nuevos-no es una quimera. «Lo que pretende hacer es, para empezar, equilibrar los presupuestos a un período de 10 años reduciendo el gasto público simplemente», decía. «Y no se puede hacer eso. No va a funcionar».
Lo que ha hecho Ryan, sin embargo, es disparar las esperanzas del plan de la comisión Bowles-Simpson de disciplina como alternativa razonable. «Cuando la gente corriente compara los dos planes», me decía Bowles, «ven el equilibrio en el nuestro».
El apoyo de Obama a los presupuestos de la comisión Bowles-Simpson abrirá un nuevo enfrentamiento con sus partidarios entre la izquierda, incluyendo la Campaña por el Futuro de América, colectivo que ya ha iniciado una campaña por correo electrónico, y con el columnista Paul Krugman, que acusa a Obama de definir «el centro como algún punto entre la derecha y la extrema derecha».
Los funcionarios de la Casa Blanca no se ven disuadidos por las críticas. «Estamos acostumbrados», dice uno. «Esto va de realidades económicas, no de política».
Los legisladores Demócratas consolidaban la posición de Obama ofreciendo una propuesta presupuestaria más sustentada en las subidas tributarias. Eso deja a Obama sólo en el centro político, en el lugar idóneo para la maniobra a tres bandas. Al ser moderado de nacimiento, no hay lugar más acogedor que volver a casa.
El notario, también espiado, denunció los seguimientos en un juzgado de Madrid que lo archivó hace un año. Dando un paso más, presentó recurso. El reciente auto de la magistrada de la Audiencia, Ana Mercedes del Molino, al admitirlo activa la investigación policial y pide que se escuche en sede judicial a los dos concejales espiados. Si estos testimonios los repiten ante el juez, y todo apunta a que así será, veremos qué nuevas diligencias policiales se practican. Así que llegará el 22 de mayo y Esperanza Aguirre, como el aposto, negará tres veces que los casos tienen que ver con ella, es decir, su Gobierno. Veremos si las pruebas lo permiten.
Dana Milbank