Algo falla. No es normal que el viaje de los Príncipes de Asturias a Oriente Próximo se resuma en una serie de fotos de la Princesa Letizia de España y la Reina Rania de Jordania. Y que, para más inri, todo se sintetice aún más en la comparación estética entre ellas.
¿Quién es más elegante de las dos? ¿Quién viste mejor? ¿Quién tiene más estilo? Al parecer todo se debe a que son físicamente muy parecidas y a que rivalizan, personalmente, la una con la otra en estas cosas del glamur.
Si habrán sido importantes esas fotos comparativas de las dos que se han llegado a hacer estudios minuciosos del atuendo que llevaban. De la Princesa de Asturias, por ejemplo, se ha dicho que eligió para el encuentro un vestido rosa maquillaje de la nueva colección de Felipe Varela, su modisto de confianza, con manga francesa, con dos favorecedores y originales pliegues en las mangas y un ligero drapeado en la cintura, todo ello realizado en seda strech. De la Reina de Jordania, por su parte, las crónicas dicen que se decantó por un estilo mucho más frío y sobrio, con un traje azul pastel compuesto por falda hasta la rodilla y chaqueta drapeada a juego con un cinturón del mismo tejido. También se ha dicho que ambas mujeres lucieron zapatos con altos y estilosos tacones.
Por ahora no hablan de quién ganó de las dos en ese duelo de la elegancia o de la tontería.
Espero que todo se deba a que nadie se explica qué han ido a hacer los Príncipes de Asturias a esas tierras donde, salvo Israel, la democracia brilla por su ausencia y a que la Casa del Príncipe haya querido disimilar la visita con fotos más propias de una revista del corazón que de una visita de estado.
Pinocchio