Parto de la base de que no me gusta María Dolores de Cospedal. No sé por qué pero no me gusta. Posiblemente, sea algo a flor de piel. Y también debo puntualizar que, en esta misma columna, alabé la postura de Ana Pastor ante el sátrapa Mahmud Ahmadineyad.
Dicho esto, pienso que la postura de La Cospedal en Los Desayunos de TVE ha sido gallarda. Decir en la misma TVE que no es imparcial, políticamente hablando, como le obliga la ley, no deja de ser arriesgado. De hecho, los gritos tuitteros y digitaleros de los acólitos de Ferraz contra ella aún se siguen escuchando. Y es que nadie se había atrevido hasta ahora a decirle a una Ana Pastor, subidita a la parra, que en TVE se manipula la información a favor del Gobierno y en contra el PP. Lo sabe todo el mundo pero nadie se lo había dicho a la cara. Incomprensiblemente, a partir de aquel momento, la señora Pastor hizo alarde de esa parcialidad y se puso a atacar tan desenfrenadamente al PP y a la señora De Cospedal que cualquiera diría que existe algún nexo parental entre ella y el aparato electoral del presidente Barreda… Por cierto, si alguien lo sabe que me lo cuente… Sencillamente, por saberlo… No era normal oír a la señora Pastor…
Pero ahí no quedó la cosa. Lo dicho por la señora De Cospedal debió de ser tan fuerte que, inmediatamente, se puso en marcha un mecanismo, en plan Ángel Exterminador, al que se unió, incluso, un tal Urbaneja, aquel tipo que puso a parir a Sara Carbonero en el Mundial de Fútbol y que dice representar al periodismo madrileño. Parecía algo así como que la Secretaria General de PP hubiera mentado la bicha en casa de un supersticioso.
Por supuesto, el Consejo de Informativos de TVE, que es una especie de Consejo de la Obviedad pero muy aparente en estos casos, también ha salido en defensa de TVE. Es lo menos que podía hacer.
En definitiva, que TVE anda cabreada porque alguien ha criticado su sectarismo en su propia cara ante una pregunta trampa que le hizo un contertulio…
Pues ya saben, ajo y agua. Ah, y el que se pica, ajos come. De Las Pedroñeras, claro.
Pinocchio