Salvando las distancias, el título de la película dirigida por Joel Schumacher y protagonizada por Michel Douglas y Robert Duvall, el 26 de Abril ha sido, en España y en Madrid, lo más parecido a un día de furia desde ámbitos muy opuestos y diferentes.
Después de muchos mensajes cruzados entre el Gobierno y el PP a propósito de las listas de la izquierda abertzale, la Abogacía del Estado y la Fiscalía impugnarán todas las listas de Bildu. Si es lo que todos estábamos deseando, ¿cuál es problema?
El problema es que Dolores de Cospedal por la mañana y, peor, el expresidente del Gobierno, José María Aznar, por la tarde, han exigido que se impugne la coalición y no solo las candidaturas, en una demostración de ignorancia legal por no querer pensar en un acto de mala fe.
Lo sorprendente es que, mientras en el PP se han dado mensajes públicos contradictorios sobre este asunto, Rajoy ha seguido en silencio dejando crecer las divergencias internas y permitiendo que Aznar, en un excesivo mitin en Salamanca, le marque el discurso. Probablemente el líder de la oposición tendrá sus motivos y estrategia para actuar de este modo, pero nos gustaría conocer sus razones.
Por no abandonar el tema de los “bildus” y todo lo que les rodea, hemos conocido que el veterano periodista Antonio Álvarez Solís, abducido por los batasunos desde hace años, vuelve a participar de modo testimonial del sainete independentista y cierra la lista por Bilbao. Hace mucho tiempo que perdió toda conexión con la realidad. Una pena.
Y no una pena, sino una escandalera y vergüenza es lo ocurrido en el Senado. Una bronca monumental entre las bancadas socialista y popular con la coartada sobre quien era más/menos corrupto, ha dinamitado la sesión de control al Gobierno hasta el punto de que el Presidente de la Cámara Alta ha abroncado, casi fuera de si, a sus Señorías. No le faltaba razón. Ha sido un espectáculo vergonzoso y que, como ha señalado, “dice muy poco de la Institución”. En efecto, dice tan poco de la Institución, que muchos ciudadanos se preguntan “para qué coño sirve este cementerio de elefantes políticos que tanto dinero nos cuesta”.
Si este capítulo es, como poco, bochornoso, lo que resulta una auténtica desfachatez, y ejemplo de mala educación a partes iguales, es el comportamiento de Esperanza Aguirre a quien le ha salido –una vez más- la vena clasista e intransigente. En un acto político en Getafe ha insultado al alcalde de la ciudad llamándole “Pitufo”. Ahora se explica por qué el Gobierno de Aguirre tiene marginados a los municipios del Sur de la Comunidad de Madrid. Por desprecio a lo que considera inferior ya que en el antiguo “Cinturón Rojo” no hay nobles ni aristocracia. Lo mejor ha sido la respuesta de Pedro Castro en su cuenta de Twitter: «Ahora sabemos por qué pide excelencia en la Educación. Ella no tiene ni lo uno ni lo otro».
Quien no tiene muy buena pinta, como ha dicho Pinocho en Estrella Digital, es el Rey Juan Carlos. Zarzuela no sabe ni responde, pero cada vez es más evidente que el Monarca no está bien. Además de su desaliñado aspecto, en sus últimos actos oficiales –el brindis con los Jeques de Catar y la entrega del Premio Cervantes- ha tenido lapsus nunca vistos hasta ahora y que no hacen más que multiplicar las dudas sobre su estado de salud. Algún día saldremos de dudas.
¿Pero es la única duda del día? No.
Más a ras de suelo también se ha comprobado que nadie es perfecto. Ni siquiera Pep Guardiola. El “Noi de Santpedor” se ha picado con Mourinho y ha entrado al trapo que le ha tendido el portugués. De Mouriño no ha habido dudas de que es diablo provocador, pero de Guardiola casi nadie dudaba de su angelical “seny”. Los santos también sucumben, aunque lo extraño es que no nos hayamos dado cuenta antes. A lo mejor, y como gusta decir a los periódicos deportivos de Madrid, todo es producto del “canguelo”.
¿Ha sido o no un día de furia?
Categóricamente, sí. Lo ha sido. Hasta Guardiola parecía Michael Douglas.
Editorial Estrella