Con la ejecución de Bin Laden Estados Unidos fuerza a Occidente a asumir la lucha contra Al-Qaeda como una suerte de guerra abierta y sucia; a celebrar la desaparición del principal responsable del 11-S como si el asesinato extrajudicial, la irrupción en territorio internacional y la tortura o muertes colaterales fueran la única opción. A estas alturas, y a pesar de las contradicciones del Gobierno norteamericano, intuimos que las cosas pudieron hacerse de otra manera. La Operación Gerónimo que dispara la popularidad de Obama priva al mundo de un juicio histórico. Y frente a la crítica de los derechos vulnerados se abre otra cuestión. ¿Estaba preparada la primera democracia occidental para juzgar a su enemigo número uno?
Si la respuesta es no – y eso parece -, Estados Unidos tiene un déficit democrático por resolver. Francisco Palacios, profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Zaragoza y miembro del Comité Internacionalista de Aragón, mantiene lo siguiente: “El 11-M en España y el 11-S en Estados Unidos prueban la falta de madurez de ese país. Al no juzgar al principal responsable del 11-S se ha impedido conocer parte de la verdad. Tenían la autoinculpación del líder terrorista y gran cantidad de pruebas de los servicios de inteligencia. Pero Bin Laden hubiera tenido derecho a una defensa y habría sido muy política, con reivindicaciones de acontecimientos históricos. Igual que hay presos en Guantánamo con aparato probatorio suficiente y no los juzgan porque en el banquillo se sienta el acusado, pero también el acusador. No es delincuencia común, en la lucha contra el terrorismo no les conviene judicializar una cuestión política».
Jaume Asens, jurista experto en derechos humanos, comparte análisis: “Desde el punto de vista penal, lo de Bin Laden es una ejecución sumaria». Y añade: «Estados Unidos no ha firmado el Tratado de Estrasburgo ni reconoce a los tribunales europeos o internacionales. No se somete a otras legislaciones aunque se arroga el poder de juzgar a otros. En el caso del procesamiento del Estado español a los soldados que dispararon a José Couso, no responden a los requerimientos de la Audiencia Nacional. Pedraz los juzgará en rebeldía. Y Guantánamo es el más claro. Crean comisiones militares ad hoc mediante un mandato gubernamental extraordinario de la época de Bush. La gran dificultad de esos procesos es que EEUU da inmunidad a sus ciudadanos y soldados respecto a cualquier tribunal del mundo mientras autoriza a sus servicios de inteligencia para matar fuera de su territorio. Pakistán podría juzgar a los soldados de la operación, igual que España podría detener a los agentes que estuvieron en territorio español en vuelos secretos de la CIA. De hecho, en Italia hay un proceso contra trece agentes por secuestrar a un alemán de origen libanés».
¿Podríamos hablar del Gal de Obama? ¿El mundo es más seguro después de su mandato? La mayoría de los gobiernos apunta a una situación más favorable porque se ha perseguido el terrorismo islamista con contundencia y, lo más importante, hay menos atentados. Pero Occidente sigue inmerso en una guerra contra un terrorismo difuso. ¿Era legal o ilegal la intervención en Pakistán? Legislación en mano, probablemente lo segundo. Entonces, ¿Por qué los líderes europeos felicitan a Obama sin hacer esta crítica? ¿Con qué argumentos prefieren una acción extrajudicial a una garantista? ¿Cómo ha llegado Europa a reabrir el debate soterrado sobre la eficacia en la aplicación de la tortura? ¿A cuántos inocentes podemos maltratar para obtener una pieza de información? Citaba hoy Iñaki Gabilondo, repasando la prensa extranjera, «las repercusiones de la muerte de Bin Laden en los grandes debates de corte moral». Se refería a una mirada nueva sobre la tortura. «Inquietante y peligroso», concluía. Pero el peligro está precisamente en el enfoque. La tortura no es un debate de corte moral. Es ilegal. Y Europa debería sugerir a Obama no volver a las prácticas de 2001 sólo para ganar en 2012. Las víctimas y la Justicia en España le sirve de modelo.
Pilar Velasco