Ya era hora de que, después de cuatro años, iniciáramos la campaña electoral oficial. Nos hemos acostumbrado en este tiempo a ser espectadores y testigos de episodios de corrupción, crispación, inactividad, manipulación y engaños.
Y seguimos chupándonos el dedo como si no fuera con nosotros.
El caso es que nos vamos a asomar a un panorama desolador, casi como un erial, en el que solo crecen malas hierbas por falta de dedicación. Los partidos y los políticos basaron en los últimos años sus programas electorales en su capacidad de gasto. Sus ideas eran proyectos urbanísticos. Grandes proyectos, eso sí, y apenas dedicación social.
Ahora que nos vienen mal dadas, han reducido esa política social, han evitado las grandes obras y, por tanto, se han olvidado de las ideas.
Quizás porque nunca las han tenido sin dinero.
Cualquiera puede hacer un pantano o un túnel con el dinero del vecino.
Así de fácil y así de triste.
Editorial Estrella