martes, noviembre 26, 2024
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La emoción de la moción de doña Aguirre

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Desde un punto de vista puramente democrático, las declaraciones de Esperanza Aguirre diciendo que es más importante “hacer una moción de censura” al PSOE que elegir alcaldes, suponen algo bastante más grave que cualquiera de sus habituales desvaríos. Y la gravedad reside, precisamente, en la trasposición de una visión de su inconsciente en una afirmación pública de lo que imaginamos es su parte consciente.

No se trata ni de una exageración electoral ni de un dislate fruto del ardor propio de un discurso ante las masas. Es, simplemente, la revelación de su autentica vocación democrática, su visión de la democracia municipal y su convicción en la idea plebiscitaria de la participación social.

Cualquier analista compasivo pasará por alto esta barbaridad. Es posible que muy por alto en Madrid donde ya sabemos cual es el alcance de los tentáculos de su otra manera de entender la democracia, castrando la libertad informativa, manipulando el mapa de los medios y repartiendo en la lógica de su habitual amiguismo, parabienes y subvenciones a “los buenos” y negando el pan y la sal que financiamos todos con nuestros impuestos, a los “malos”, ya saben, los que tienen una visión crítica de su gestión.

Pero esta vez ha ido demasiado lejos: se ha definido en lo que es. No tiene conciencia del valor de un proceso electoral, ni es capaz de otorgar trascendencia al voto de los ciudadanos más allá de sus necesidades personales. Ella, que es la que se somete al proceso electoral ningunea con desprecio autoritario la verdad de estas elecciones y el derecho que a todos nos asiste, al menos cada cuatro años, de poder recusar con nuestro voto su desafortunada gestión o los tejemanejes de sus muchos alcaldes imputados en las tramas de engorde económico de su partido. Ella, que es la que debe ser juzgada por la democracia mediante su instrumento electoral; es decir, debe ser sometida a la opinión y a la valoración de los electores, nos advierte del error y nos convoca a juzgar a Zapatero, cuya presencia en la campaña se limita a apoyar a sus candidatos pero cuya gestión está exenta de trámite en este caso.

¿Quiere Esperanza Aguirre emular al pueblo republicano que echó a Alfonso XIII en unas elecciones municipales? Curioso que una persona de la rancia nobleza hispana asuma, por fin, lo idóneo de semejante hecho, pero creo más bien que es el desparpajo de su ignorancia quien habla por ella. Hay en España, al menos en el resto de España, libertades y democracia suficiente para que cada uno vote a lo que debe votar en cada proceso electoral, en contra del oportunismo y de la amoralidad de, por ejemplo, la lideresa que prefiere que no opinemos sobre sus diputados dimitidos por ser presuntos chorizos, sus alcaldes dimitidos por presuntos chorizos, y sus otros cargos, imputados en tramas choriceras que aún resisten en las listas, sus espionajes, sus espías, sus espiados. No de eso no quiere que se hable, la señora. No le conviene. ya saben, el malo es Zapatero y como todos somos tontos de baba, nos da igual que nos gobierne el ayuntamiento un delincuente habitual en las cosas de las tramas urbanísticas, la organización de actos y esas cosillas baladíes con las que se han forrado, porque lo suyo es que hagamos una moción de censura al PSOE.

Esta señora, y su poco pensar, dan mucho que pensar sobre en qué democracia estamos nosotros y en qué mundos felices vive ella. Unos mundos en los que cuando se emociona ella, nos quiere “mocionar” a los demás.


Rafael García Rico

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