Pobres Paul Ryan y John Boehner.
Ryan, que es presidente del comité presupuestario de la Cámara, propuso unos recortes presupuestarios tan drásticos que sus planes han sido descritos como una nota de suicidio. Boehner, presidente de la Cámara, aceleró el trámite de los presupuestos antes de que los Republicanos entendieran las consecuencias potenciales de su voto a favor de relevar el programa Medicare de la tercera edad.
Pero ni siquiera esto bastó para el movimiento fiscal.
La mañana del lunes, líderes del movimiento fiscal procedentes de todo el país se congregaban en el Club de Prensa Nacional para ofrecer una rueda de prensa denunciando a Boehner y Ryan en unos términos que normalmente se reservan a criaturas repugnantes, los Demócratas.
«En lugar de un defensor del contribuyente estadounidense, Don Boehner viene portándose como un derrotista, por así decirlo», proclamaba William Temple, secretario del colectivo Padres Fundadores del Movimiento Fiscal. «Parece que al presidente de la Cámara John Boehner Maynard y a sus colegas RINO — Republicanos Sólo de Nombre — les gusta gastar el dinero ajeno tanto como a los Demócratas».
Temple se burlaba del presidente legislativo «propenso a la lágrima» y prometía darle este otoño «algo por lo que llorar realmente»: «Al abrirse la temporada de primarias Republicanas, si los advenedizos de la Cámara y el resto de elegidos gracias el movimiento fiscal ceden a Obama, les encontraremos sustitutos».
Las amenazas denotaban especial magnetismo porque el acto tenía el apoyo de la congresista Michele Bachmann, (R-Minn.), decana del movimiento fiscal y aspirante a la presidencia. Tras el acto, el gabinete de Bachmann difundía una circular informando a los activistas fiscales de que «Os escucho y convengo con vosotros». Ella respaldaba su llamamiento a rechazar el incremento del umbral de deuda sin desmantelar antes la reforma sanitaria, y decía que sus colegas habían «desperdiciado» una oportunidad de recortar el gasto público.
Los colegas de Bachmann no quedarán complacidos con algunas de las opiniones expresadas por los amigos del movimiento fiscal. Joseph Farah, de WorldNetDaily, un portal conservador, acusaba a Boehner de «capitulación al funcionamiento de costumbre en Washington».
El Reverendo C.L. Bryant predicaba desde el púlpito: «Enviamos este mensaje a John Boehner y a cada legislador Republicano Sólo de Nombre que hay en el Capitolio, no os dimos el mazo legislativo de la Cámara de representantes para que os entendáis con los Demócratas de izquierdas».
En cuanto a Ryan, el economista Brian Wesbury preguntaba: «¿Qué defiende? ¿Está a favor del gobierno intervencionista?» Wesbury sugería que los Republicanos manifiesten «alguna clase de comportamiento adulto».
Curiosa petición viniendo de un colectivo que incluye a dos caballeros que llevaban tricornio y disfraces coloniales. Temple llevaba una pluma en el sombrero, acarreaba un mosquete largo, y sin explicación le salió un acento escocés durante la rueda de prensa. Junto a él había un caballero disfrazado de George Washington que dio lectura a un pasaje de 215 años de antigüedad.
Inconvenientemente, los activistas del movimiento fiscal celebraron su rueda de prensa televisada unas horas antes de que Boehner se dirigiera al Club Económico de Nueva York con la esperanza de convencer al sector financiero de que los Republicanos no quieren declarar al país en concurso de acreedores. La yuxtaposición fue un recordatorio de la difícil posición de Boehner: Aunque los legisladores Republicanos y los activistas del movimiento fiscal hicieron causa común el año pasado al oponerse a todo lo Obama, mantienen diferencias en torno a lo que hay que hacer ahora — en este caso, si provocar o no el caos nacional bloqueando la subida del umbral de endeudamiento.
La fragmentación va más allá de las cuestiones fiscales que motivan al movimiento fiscal. Temple y sus activistas incluían en su lista una petición de que los Republicanos se valgan de la batalla del umbral de deuda para impedir que los efectivos homosexuales formen parte activa del ejército conocida su orientación. Temple condenaba la «feminización» del ejército y se oponía a «inyectar la homosexualidad pública y las mujeres en papeles militares de avanzadilla».
Otro participante, Bob Vander Plaats, del colectivo Convención Nacional del Movimiento Fiscal, veía una relación entre la deuda y la homosexualidad. «Cuando se empieza a renunciar a cuestiones fundamentales de valores, el efecto dominó lleva directamente a las cuestiones económicas», explicaba.
La buena noticia para los Republicanos de Boehner es que los activistas fiscales se encuentran divididos. «No todos, evidentemente, estamos de acuerdo en cuestiones concretas», decía Wesbury tras el desvío de los homosexuales en el ejército. Esto se traduce en que los activistas pueden no tener el poder de movilización para cumplir sus amenazas, y en que los legisladores pueden arriesgarse a despertar la cólera de los activistas fiscales.
Los caballeros del movimiento fiscal señalaban con precisión que los planes presupuestarios de Ryan suman billones de dólares a la deuda. Pero Boehner y Ryan no van a asumir las soluciones propuestas del movimiento fiscal, que incluyen: recortar «a la mitad por lo menos» el gasto administrativo independiente de la defensa, realizar recortes en el programa Medicare de la tercera edad con efecto inmediato, y celebrar votaciones mensuales de subidas del umbral de deuda de forma que se puedan imponer más exigencias.
Si los Republicanos de la Cámara ignoran tales exigencias y elevan el umbral de endeudamiento, decía Temple, «vamos a presentar candidatos contra ellos dentro de sus propios distritos electorales».
¿Desafiarán los Republicanos a un caballero que lleva un mosquetón largo?
Dana Milbank