Da igual que el PP esté de dulce en las encuestas y que el triunfo pueda ser histórico. Esperanza Aguirre ya está maquinando para volver a darle una patada en la espinilla –quedándonos cortos y bajos- a Mariano Rajoy. En el escenario postelectoral ya está jugando en tres campos diferentes en los que, curiosamente, siempre gana ella.
En Madrid, por descontado. Además de ganar, arrasa y «machaca» a Alberto Ruiz-Gallardón que, también con la victoria en la mano, tendría bastantes menos votos que la presidenta en la capital. Sin duda esta circunstancia tendrá una doble lectura, Aguirre ganará un enorme poder -más todavía- y, al tiempo, eclipsará la estrella de Gallardón en Génova. La cruzada mediática se está empleando a fondo estos días, más si cabe, para presentarla como la gran salvadora y la única de su partido que se atreve a decirle las cosas claras a Zapatero.
El segundo teatro de operaciones, en el que ha apostado muy fuerte por un amigo, está algo más lejos. Según todas las encuestas, Álvarez Cascos, desestabilizará al PP y se convertirá en un elemento decisivo ya sea para formar gobierno o controlar –aunque parezca un paradoja- a su expartido. Aquí, Esperanza Aguirre tendría un papel fundamental a la hora de «devolver» el carné a Cascos, y quién sabe qué más, si su tercer escenario se comporta como ella desea.
Aquí entra en juego Castilla-La Mancha. Si María Dolores de Cospedal, apuesta personal de Rajoy, pierde las elecciones, Esperanza Aguirre volverá a afilar las uñas. Puede ser lo que espera porque, además y a pesar de las encuestas, no está tan claro que el PP vaya a ganar. Los sondeos en la región de El Quijote nunca han funcionado y mientras en las Generales los ciudadanos le dan la victoria al PP, en las autonómicas se la dan al PSOE. Eso ha ocurrido siempre, e incluso en otros tiempos tan desfavorables para los socialistas como estos.
Mientras la inseguridad por los resultados de Castilla-La Mancha crea nerviosismo en Génova, Esperanza Aguirre disfruta y ya vislumbra “su” panorama ideal: arrasa en Madrid, debilita a Gallardón internamente, Cascos se hace fuerte en la cuna de la Reconquista -vaya casualidad- y Cospedal se vuelve a la capital derrotada por segunda vez a cobijarse en brazos de un Rajoy tocado por tanto esfuerzo inútil.
A esta fotografía, la solución es ella. Faltaría más, porque de no ocurrir esta cadena de acontecimientos sería prescindible.
Editorial Estrella