Sí se puede. Las elecciones del 22-M han venido a demostrar que sí se puede producir la alternancia en Andalucía cuando el próximo 4 de marzo (fecha señalada por el presidente Griñán) se celebren comicios autonómicos en la Comunidad sureña. Los resultados han puesto al Partido Popular y a su líder, Javier Arenas, en la primera línea de la ‘pole position’ para la carrera que ha dado comienzo nada más cerrarse las urnas de las municipales. El PP, por primera vez en unas elecciones de cualquier tipo, ha superado en votos al PSOE, con más de 300.000 papeletas de diferencia, lo que representa un 5% del total. Sin caer en la tentación de extrapolar estos datos, nos quedamos con lo que representan de tendencia y de cambio en el cuerpo electoral. Los populares han conquistado las alcaldías de las ocho provincias andaluzas y algunas otras de importancia como Jerez. Y han logrado mayoría absoluta para gobernar en cinco de las ocho diputaciones provinciales, de las que hasta la fecha no tenían ninguna. Incluso en circunscripciones tradicionalmente duras para el PP como la provincia de Sevilla, los de Arenas se han quedado a unos veinte mil votos de los socialistas, un margen exiguo del 2%. A ello ha ayudado la aplastante victoria de Juan Ignacio Zoido en la capital hispalense (20 concejales; 11 para el PSOE y 2 para IU), con cerca de 70.000 votos de diferencia a su favor, o lo que es lo mismo el 49,31% frente al 29,45 del Partido Socialista.
Desde comienzos de los años 80 cuando se celebraron las primeras elecciones autonómicas, el PP había ido de derrota en derrota, sin alcanzar siquiera los mínimos que le permitieran gobernar en minoría. Una tras otra, las votaciones, tanto a la Junta como a los Ayuntamientos, le deparaban al PP fracasos clamorosos, excepto alguna singular victoria pírrica en determinados municipios de la costa. Esta secuencia ininterrumpida de descalabros electorales no hacía sino alimentar la creencia de que Andalucía era el coto privado de la política socialista y que el PP nunca ganaría en esta región férreamente controlada por el PSOE. Tal creencia ha quedado en evidencia después del 22-M, con un aplastante triunfo del centro-derecha que da pie a pensar en semejante vuelco cuando el año próximo se convoquen las elecciones autonómicas.
Este ‘yes we can’ en versión andaluza tiene varias claves que es preciso diseccionar. En primer lugar, los treinta años de gobiernos socialistas han producido verdadero hartazgo entre la ciudadanía que ha ido viendo cómo los casos de corrupción se enredaban como la hiedra en las dependencias de la Junta. El de los ERE ilegales, destapado dos meses antes del 22-M, ha sido letal para el PSOE que no pudo articular una defensa coherente y creíble cuando la juez Mercedes Alaya empezó a tirar de la manta a partir del escándalo de Mercasevilla. No fue menos perjudicial para los intereses socialistas la componenda de Zapatero al sustituir a Chaves por Griñán, mediada la legislatura, y al mismo tiempo destapar la olla a presión que era el partido en la región.
Pero no es menor, en cuanto a su incidencia en el resultado, el buen trabajo llevado a cabo en la oposición por el Partido Popular. Javier Arenas ha recorrido varias veces Andalucía en estos tres años consolidando el partido y renovando caras, incluso en pueblos donde tradicionalmente ni siquiera presentaban candidaturas. Ha sido un esfuerzo que ha tenido su recompensa, como la ha tenido la paciente labor de Zoido, alcalde electo de Sevilla, al iniciar su campaña barrio a barrio, calle por calle, nada más cerrarse las urnas electorales en 2007.
El grito de Barack Obama en su carrera hacia la Casa Blanca bien pudiera ser el lema de los populares en su camino –median diez meses aun- hacia el Palacio de San Telmo, sede de la Presidencia de la Junta.
Francisco Giménez-Alemán