El daño que las autoridades sanitarias inflingieron a México en 2009 con la “Gripe A”, primero llamada “Gripe Porcina” fue incalculable y todavía hoy sigue pagando las consecuencias de aquel alarmismo. Es más, hubo serias sospechas de que las grandes farmacéuticas presionaron a la Organización Mundial de la Salud para beneficiarse de la fabricación de vacunas.
Sea lo que fuere, lo cierto es que la “Gripe A”, salvo para los directamente afectados y las familias de los fallecidos, no tuvo el tinte apocalíptico que pregonaron los mandamases de la OMS. Además, la crisis fue informativamente mal administrada hasta el punto de que se tomaron importantes medidas basadas simplemente en rumores. El caso más notorio fue la decisión de Rusia, y otros países de su entorno, de prohibir la entrada del cerdo español por el brote del virus H1N1.
Curiosamente, Rusia también se ha sumado al veto de Alemania al pepino español y otras hortalizas, una prohibición hecha sin ninguna base científica y que amenaza con acabar, o al menos asestar una seria puñalada, a un sector ya muy castigado por la crisis.
Lo peor es que ante la falta de información se desatan brotes psicóticos y proteccionistas que han llevado a las autoridades de la propia Alemania y también de Italia y Francia a detener frutas de verano como melocotones y nectarinas, que nada tienen que ver con los invernaderos del Sur.
Si no se ofrece cuanto antes una información seria y rigurosa –y ahí el Gobierno de España debe ser exigente con Alemania- lo más probable es que la paranoia del pepino se traslade a todo producto hortofrutícola procedente de España. Por eso es obligado que exista una investigación seria y rápida para poner fin, cuanto antes, a esta situación que, además de pérdidas millonarias, también está generando indefensión y desprestigio para un sector clave de la economía española.
A nadie le cabe duda que las autoridades sanitarias deben establecer los protocolos pertinentes para preservar la salud de los ciudadanos, pero en este caso cabe preguntarse si Alemania ha actuado de mala fe o precipitadamente cuando la denuncia llegó antes a la prensa que por los cauces oficiales, generando con ello un alarmismo innecesario acompañado por enormes pérdidas económicas.
La mal llevada comunicación de la “Gripe A” afectó tangencialmente a España, ahora en cambio con el brote de “E.coli” nos da de lleno en un sector productivo con incalculables consecuencias.
Por ello corresponde, no solo al Gobierno de España, sino también a Bruselas ser contundentes con Alemania, exigiendo primero neutralizar cuanto antes los efectos de su precipitación y compensando, después, las pérdidas generadas por ello.
Editorial Estrella