Unos pocos cientos de Republicanos de New Hampshire se confunden a la mesa a bordo, ajenos a las intervenciones programadas y al hermoso paraje verde de las vistas de la ruta. Los mejores debates, como de costumbre, se encuentran cerca de la barra, donde veteranos de primarias cotillean, se quejan airadamente y dan cuenta de su influencia desproporcionada sobre la política estadounidense.
Mitt Romney, se escucha por casualidad, no llenó el aforo de su asamblea. Herman Cain está siendo la comidilla. Rudy Giuliani se podría presentar, sólo para borrar el mal sabor de su última campaña, catastrófica. Tim Pawlenty es el invitado en busca de contactos más sofisticado, pero aún tiene que despegar.
Un columnista remolón pregunta: ¿Qué hay del ex gobernador de Utah Jon Huntsman? «No sé mucho de él», dice un veterano activista Republicano, «pero he oído que es moderado». No pretende hacer un cumplido.
Huntsman, que realiza una singladura por cubierta, parece decidido a convertir a todo hijo de vecino a base de estrechar manos. Su gabinete está convencido de que su ventaja comparativa es la petición del voto. Huntsman inicia una gira de dos días y once escalas por el North Country de New Hampshire que incluye dos actos con veteranos y golosinas Chutters. Fijar la agenda tiene que ser un reto; la región tiene una densidad de unas 8 personas por kilómetro cuadrado. En lo que a salir a por votantes se refiere, Huntsman anda levantando las piedras.
En comparación con algunos otros del reparto Republicano, Huntsman apenas aparece en los sondeos nacionales. Pero los activistas de los estados que celebran primero las primarias perciben un currículum importante y considerables dotes políticas. Hay quien habla de su potencial de cara a las elecciones de 2016. Un buen número de pesos pesados políticos se han apuntado esta vez. En un mercado político anodino, Huntsman es considerado una inversión con potencial.
Los medios han cubierto a menudo a Huntsman como el Republicano de izquierdas — la reencarnación de Rockefeller. Después de todo, es partidario de las uniones civiles. Facilitó tomarse una caña en un bar de Utah. Esta narrativa periodística fácil concede a Huntsman una infrecuente ventaja en unas primarias Republicanas: es más conservador que su imagen. Para muchos Republicanos, mejorará en las distancias cortas.
«Al principio de una campaña», me dice Huntsman, «las etiquetas lideran el debate. Una vez se me conozca mejor — mi trayectoria como gobernador, mi temperamento — esto cambiará». Reconociendo la influencia de las etiquetas, sin embargo, insinúa otra distinta: «El fontanero conservador tal vez».
Siendo gobernador de Utah, es cierto que Huntsman siguió un programa medioambiental moderado y no se esforzó por ofender a los inmigrantes. Si estos rasgos descalifican a un candidato presidencial Republicano, es que los Republicanos no tienen ninguna intención de ganar. Huntsman también es partidario convencido del derecho al aborto. Su programa económico orientado al crecimiento cuando era gobernador — un tipo impositivo un bajo fijo, reducción del impuesto de venta — es un referente conservador. Y su trayectoria en el sector privado apela a electorados Republicanos importantes.
Huntsman está convencido de que las presidenciales van a ser una competición entre visiones económicas. «Por si no era evidente con anterioridad, la cosa va a ir de empleo y empleo todo el tiempo. En economía no hay una única alarma sonando sino dos o tres». Los estadounidenses querrán un candidato, dice, «que llegue al sector privado, y ayuda haber pasado por ahí». La elección, según la formulación cruda de Huntsman, «será entre un modelo estatista integral o volver a nuestros orígenes capitalistas».
En calidad de embajador en China recién llegado a América, Huntsman aporta también credenciales de experiencia en política exterior a un elenco Republicano totalmente carente de ellas. Pero en esto ha suscitado dudas de coherencia. De campaña, habla de forma conmovedora de visitar «a los luchadores por la libertad» chinos apaleados y encarcelados por defender sus derechos. Al mismo tiempo es contrario a las operaciones estadounidenses en Libia, por la razón de que «no son capitales para los intereses de nuestra seguridad nacional». ¿Habría permitido Huntsman de ser presidente la presión de Bengasi y la victoria de Moammar Gaddafi?
Otra cuestión de política exterior es más fácil de restar importancia. ¿Por qué accedió Huntsman a ser la elección del Presidente Obama de embajador en China? Porque no era el embajador de Obama en China. Era el embajador de América en China. Cuando un presidente realiza una petición así, la respuesta idónea y patriótica es la siguiente: «Sí, señor». Nunca es un escándalo servir a la patria.
Huntsman podría no ser capaz de superar los obstáculos de su anonimato, esta vez por lo menos. Pero aporta cierta reflexiva competencia al reparto Republicano. Mientras los hay que parecen postularse a ocupar una vacante de presentador en Fox News, Huntsman parece postularse a la presidencia.
Michael Gerson