La derrota electoral del Partido Socialista portugués -no pronosticada por todas las encuestas- es un toque de atención para sus colegas de este lado del Guadiana. También deberían tomar nota del paso dado por José Sócrates, el primer ministro, tras conocer los resultados del domingo: le ha faltado tiempo para dimitir asumiendo sin circunloquios la responsabilidad de la debacle. «La derrota es mía y la asumo con todas sus consecuencias», ha dicho. La gestión (mala) de la crisis y la digestión (pésima) de la intervención por parte de Bruselas para sacar a Portugal del agujero de la deuda se ha llevado por delante a los gobernantes socialistas. Su electorado tradicional les ha castigado por las duras medidas de ajuste y el resto de los votantes han optado por apoyar la opción de centro derecha que representa el Partido Socialdemócrata de Passos Coelho.
Es verdad que Portugal no es España, el nivel de vida de nuestros vecinos es inferior al nuestro, pero también es cierto que tienen menos paro que nosotros, un 12 por ciento. Los analistas portugueses dicen que el factor determinante para explicar el desplome socialista ha sido la pérdida de confianza de los ciudadanos en el Gobierno Sócrates. Durante la campaña, en una estrategia que recordaba la seguida aquí por Rodríguez Zapatero, José Blanco y Pérez Rubalcaba, los socialistas portugueses se dedicaron a meter miedo a la gente, echando mano del :»¡Cuidado, que viene la derecha!». La derecha que iba a recortar el Estado del bienestar. Algo parecido a lo escuchado aquí con las advertencias sobre los presuntos planes del PP para instaurar el copago sanitario o la privatización de las empresas publicas. A la vista está que no les ha funcionado.
No les ha funcionado, ni allí ni aquí, porque la gente sabe quien estaba en el Gobierno cuando se han congelado las pensiones, recortado el sueldo a los funcionarios, ampliada la de edad de jubilación y suprimidas las ayudas a diversos colectivos. Cuando Rodríguez Zapatero llegó a La Moncloa, en los principales países de Europa gobernaba la socialdemocracia. En Alemania Shröeder, en Gran Bretaña Blair, en Italia Prodi, etc. Siete años después, sólo queda el PASOK de Papandreu en Grecia y el PSOE de ZP en España. El panorama para los socialistas no puede ser más sombrío. Zapatero no ha querido asumir con todas sus consecuencias la derrota del 22 de mayo y se ha apalancado en La Moncloa negando la convocatoria de un congreso extraordinario. A mi juicio, es un error que pagará su partido. Cuanto más tarden en el PSOE en abrir un juicio crítico para distanciarse de lo que ha significado zapaterismo y elegir otros dirigentes, más retrasará la recomposición del partido. Sócrates ha señalado el camino.
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Fermín Bocos