miércoles, noviembre 27, 2024
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Por los soles compartidos

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Tuve el privilegio de estrechar su mano en la embajada española en París, durante uno de los actos de conmemoración del sesenta aniversario de la Liberación de París y el reconocimiento a los españoles de “la nueve”, que bajo el mando del General Leclerc habían sido los primeros en entrar en la capital francesa el 24 de agosto de 1944, que el ayuntamiento de Delanoé había organizado, por fin, para reconocimiento del indispensable papel que los republicanos españoles habían tenido en la lucha junto a los aliados y en la resistencia en Francia.

Entre hombres desconocidos por muchos que habían sobrevivido a la guerra civil y que habían luchado en el ejército libre de De Gaulle o en la Resistencia francesa, en las FTTP, Jorge Semprún destacaba por su hermosa cabellera blanca, por haber sobrevivido, él también, a los campos de exterminio y por mantener encendida la luz de la memoria de aquel tiempo aciago y de la lucha antifranquista mucho antes de que se intentase legislar tan fallidamente el recuerdo merecido de una parte esencial de nuestra historia.

Federico Sánchez, su nombre de guerra en el Comité Central del Partido Comunista de España, había caído unos pocos años antes, cuando tras vivir la experiencia de ser ministro del Gobierno de España (Su madre, muerta durante su infancia, había pronosticado: será escritor o Presidente de la República), decidió alejarse definitivamente de la política activa, esa tan mediatizada por la mediocridad característica a la que nos solemos abandonar los españoles, y el extraordinario y vibrante escritor que era había cerrado con su defunción literaria ese capítulo vital de su historia.

Conocido por el gran público por su demoledora Autobiografía de Federico Sánchez, premio Planeta en los albores de la Transición, en la que hacía un pormenorizado ajuste de cuentas con su frustrada militancia comunista, Jorge Semprún era, además, un intelectual (Intelectuales con cabeza de chorlito, había dicho de él y de Fernando Claudín en la antesala de su expuslsión del PCE, la entonces presidenta del partido, Dolores Ibarruri) consagrado a mantener latente la memoria del horror de los campos de concentración, a través de la escritura, con el relato que mezclaba la experiencia trágica de su paso por Buchenwald y la reflexión sobre el papel del escritor y el superviviente ante su propio destino.

A diferencia de Primo Levi, que fue incapaz de convivir con su pasado y acabó poniendo fin a su vida suicidándose, Jorge Semprún conjuró el fantasma del horror mediante obras que forman ya parte de nuestra literatura contemporánea fundamental: El Largo Viaje, Aquel Domingo, La escritura o la Vida, Viviré con su nombre, morirá con el mío… son el testimonio del hombre comprometido que se enfrenta a la realidad incomprensible de los horrores del nazismo y del estalinismo.

Tras regresar del infierno de la muerte, Semprún mantuvo su militancia comunista y fue uno de los personajes míticos de la lucha antifranquista, manteniendo la conexión del exilio con el interior, mediante sus viajes clandestinos que quedaron retratados en el guion que escribió para el cineasta francés Resnais llevado a la pantalla con el título de La Guerra Ha Terminado. El desasosiego que invade al hombre consciente de la inutilidad de las estrategias emprendidas para derrotar al franquismo en una sociedad cambiante que ya no eran capaces de interpretar los líderes alejados en el exilio, la lealtad de los camaradas, el sufrimiento y el amor que definen sustancialmente al militante entregado a una causa tan noble como inútil y son el objeto de esa hermosa obra cinematográfica.

Amigo íntimo del empresario Domingo Dominguín, de quién recibía apoyo y ayuda durante sus estancias en Madrid en los años sesenta, hizo suyas las palabras que dejó escritas cuando éste se suicidó en Guayaquil: Por los soles compartidos. Así reza la dedicatoria impresa en su obra La segunda muerte de Ramón Mercarder y así le rindo mi homenaje y mi tributo en el triste momento de su muerte, a los ochenta y siete años, lejos de España: Por los soles compartidos.

Por los soles compartidos y por la memoria viva de esta parte esencial de la historia de Europa y España.

Descanse en paz.

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Rafael García Rico

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