A mí me pareció bastante sensata la decisión del vicetodo, Alberto Pérez Rubalcaba, de no intentar desalojar por la fuerza la Puerta de Sol y otros ámbitos urbanos en distintas ciudades españolas, ocupadas por los llamados «indignados», y me pareció bastante razonable la explicación de que había que evitar daños desproporcionados. Es más, las críticas que se le hicieron me parecieron desacertadas y guiadas por ese sectarismo político, según el cual, el contrario político lo hace todo mal.
Pero pasado el tiempo, enviscada la situación, envalentonados los «indignados», llegando a incurrir en sanciones contempladas en el Código Penal, al manifestarse sin permiso delante del Congreso de los Diputados, cuando estos celebraban sesión, creo que es hora de que el señor ministro de Interior y vicetodo considere que se están conculcando los derechos de los demás ciudadanos y que está animando a que la población hasta ahora obediente y pacífica incumpla la ley y deje de respetar a sus agentes y representantes. Si los indignados lo hacen ¿por qué no podemos hacerlo los demás? ¿Porqué no tenemos cojones? ¿En un Estado de Derecho la cantidad y peso de las gónadas constituye la norma?. Los indignados no son sólo los que se representan a ellos mismos, los indignados comienzan a ser los que obedecen las normas del Gobierno de España, pero están empezando a enojarse al comprobar que su ministro de Interior parece el acobardado y pusilánime presidente de la comunidad de propietarios de un inmueble, que no sabe cómo atajar los actos de gamberrismo en la escalera llevados a cabo por tres chiquilicuatres. Acabo de hacer la declaración de la renta. Ya sé que con mi dinero se paga a los policías, pero no sabía que la Policía se dedica sólo a grabar las conversaciones ¡tres años! a un ex alcalde. ¿No pueden dejar de grabar conversaciones y bajar a la calle a defender los intereses y la libertad de los ciudadanos que no delinquen?
¿Está toda la Policía dedicada a preparar los ataques del Gran Candidato?
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Luis del Val