Rodríguez Zapatero se despide retrasando la edad jubilación: de los 65 a los 67. Sarcástica imposición de quien nunca se verá afectado por la nueva norma que obligará a miles de españoles a seguir trabajando para acceder a una pensión que tenían ya ganada por derecho. Nunca un partido político, en este caso el PSOE, había ido tan lejos en contra de los intereses de los trabajadores. Recorte de pensiones, recorte de salarios a los funcionarios, subida de impuestos. El Gobierno socialista, que hace un año respaldó a los bancos que participaron activamente en la hinchazón especulativa que provocó la crisis financiera, es el mismo que modifica a la baja la normativa laboral que regula las tablas de indemnización de los asalariados en los casos de despido. ¡Cómo será la cosa que hasta la UGT de Cándido Méndez, tan entregado a la causa, se vio obligada a convocar una huelga general porque ZP les había fallado!.
Pero lo de menos es que Rodríguez Zapatero haya fallado a los suyos; lo de más es que se va dejando un país en números rojos con una economía hemipléjica y un paro que supera los cuatro millones de desempleados. Eso sí, hablamos de la situación económica, porque si entramos a considerar la situación política, lo que observamos es que en el País Vasco, «Bildu», una franquicia política de la órbita de Batasuna, se ha hecho con el poder institucional en Guipúzcoa y tiene representación municipal y fuerza en Vizcaya y Álava. Situación impensable hace sólo tres meses de no ser por las maniobras de aprendiz de brujo del todavía inquilino de La Moncloa quien, por cierto, ahora que el mal ya está hecho, en un juego de doblez inclasificable ha dicho que «no le gusta» que «Bildu» se haya hecho con el Ayuntamiento de San Sebastián y la Diputación de Guipúzcoa.
En fin, cuando se apague su voz en el Parlamento, tras el que será su último debate sobre el estado de la Nación, se irá dejando tras de sí una sensación de ruina y frivolidad como nunca había acompañado la despedida de ningún otro presidente del Gobierno en los años que llevamos de democracia. Triste cosecha.
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Fermín Bocos