Hubo un tiempo, no tan lejano, hace apenas dos años y medio, que las autoridades españolas ponían cara de suficiencia al aprobar cada tramo nuevo de la red de «alta velocidad». Decían, «España es el país del mundo con más kilómetros de AVE». Y yo pensaba: ¿puede ser razonable que nos permitamos este lujo?
Y seguían diseñando trazados para enlazar cada pueblo con esta tecnología extremadamente cara y que además obliga a un mantenimiento tan excesivo que es imposible que el gasto se pueda amortizar con el precio del billete.
El AVE es por definición una inversión y un mantenimiento extraordinariamente costoso que sólo se justifica en muy largos recorridos que sean muy transitados. Es también un tren para personas de alto poder adquisitivo o para empresas que puedan pagar a sus empleados.
El problema añadido del AVE es que acababa con la capacidad de elección de otros ferrocarriles más económicos. Es un tren para ricos que no permite trenes para pobres.
Ahora se empiezan a clausurar líneas de AVE. La primera Toledo, Cuenca, Albacete: una media de doce pasajeros diarios. ¿Quién responde de este disparate? Y se ha clausurado el proyecto Madrid-Lisboa.
La alternativa al AVE, cuando existe, es el autobús; Ahora Madrid Sevilla se hace en tren de alta velocidad o en autobús para quien no pueda pagar el costo del billete de tren. Es cierto que los ejes Barcelona Sevilla y Madrid Valencia puede que sean imprescindibles. Pero, ¿Y los demás trazados?
La burbuja ferroviaria está pinchando mientras sigue sin solucionarse el corredor del Mediterráneo y sobre todo mientras no se ha desarrollado el sistema ferroviario para mercancías.
Los que siguen diciendo que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades no aciertas. Hemos tenido sucesivos gobiernos y sucesivos representantes de las autonomías que han jugado a nuevos ricos con nuestros impuestos. No es lo mismo.
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Carlos Carnicero