lunes, noviembre 25, 2024
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Harry Potter y el poder del mito

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Se podría decir que el británico vivo más famoso no está, técnicamente, vivo. Pero Harry Potter determina ya la concepción estadounidense de la identidad británica igual de integralmente que lo hizo Sherlock Holmes. En lugar de realizar la decepcionante peregrinación a Baker Street, una generación visitará la estación de King’s Cross preguntando por el andén 9 y 3/4 y esperará cambiar dólares por galeones de oro en Gringotts. La mítica geografía de Inglaterra – siempre igual de importante que sus colinas y calles reales – ha sido reformada por J.K. Rowling.

El joven Potter es tomado demasiado en serio o muy poco, invariablemente. Los cazadores de brujas modernos están convencidos de que sus conjuros y pociones son una invitación a lo oculto – olvidando la magia igualmente poderosa de Narnia o de la Tierra Media. Los críticos literarios desechan la obra de Rowling por banal, su narrativa por sucedánea – un repertorio de criaturas mitológicas y temáticas convencionales de segunda mano.

Ni los snobs ni los fundamentalistas han impedido la venta de 450 millones de ejemplares de Harry Potter, lo que sitúa a la serie en la exitosa compañía de «El Libro de los Mormones» o «Citas del Presidente Mao».

Los libros, de hecho, son gloriosamente sucedáneos, proporcionando un primer contacto no con la magia, sino con la mitología. El mundo de Harry está poblada por centauros, dragones, hombres lobo, demonios de agua, vilas, duendecillos, esfinges, fénix, enanos e hipógrifos. Es como si la mitología egipcia, la griega y la romana, el folklore europeo y leyenda artúrica descubrieran de repente el mismo recreo. «Soy una de los pocos», ha observado Rowling, «que ha encontrado utilidad práctica a su licenciatura en clásicos».

Las historias más destacadas del mundo – de viajes heroicos, de riesgos, valor y desafío, de naturaleza encantada, de finales felices – se reencarnan por un motivo. Inventados para explicar el mundo, los mitos empezaron con el tiempo a explicarnos a nosotros y a nuestros valores y cultura preracionales. Cuando estas cuerdas se tocan, sentimos las vibraciones en el interior. Y sabemos que los mitos no son lo mismo que las mentiras.

En su ensayo «De los cuentos de hadas», J.R.R. Tolkien – que sabía algo del tema – describe el mayor logro del contador de historias como «la
subcreación». El subcreador modela «un mundo secundario al que la mente puede acceder. Dentro, lo que relata es ‘cierto’: satisface las leyes de ese mundo». Tolkien llama a esto «la habilidad especial, una especie de hechizo élfico». La creadora de Harry Potter practica bien esta hechicería – un logro que sus detractores no pueden comprender ni duplicar. Leer a Rowling es hacer las maletas y salir de visita.

Tolkien describe el clímax definitorio de un cuento de hadas como «el giro argumental» – el momento en que las fantásticas y terribles aventuras son transformadas por la suerte caprichosa «ofreciendo un vistazo fugaz de alegría, alegría más allá de las paredes del mundo, conmovedora como la pena». «El relato que en alguna suerte supere este extremo», continúa, «no ha fracasado totalmente, con independencia de los defectos que albergue».

En el último de la serie, «Harry Potter y las Reliquias de la Muerte», y en la actual película de la obra, Rowling llega al giro. Un niño que ha jugado al Quidditch deportivo, que descubrió a las damas, que se saltó toques de queda y engañó a la muerte una y otra vez descubre que él estaba destinado a morir, «destinado al matadero», todo el tiempo. Un héroe curtido – profetizado su nacimiento, carácter a prueba por las tentaciones del poder oscuro – se da cuenta de que debe de sacrificarse por el bien de sus amigos. Total, «el elegido» no fue elegido para la gloria, sino para el exterminio. La muerte, descubre, sólo puede derrotarse al ser aceptada. El destino de Harry exige «un paseo frío a su propia destrucción».

Estas son las ambiciones de la variante de literatura infantil de Rowling. El paseo de Harry al Bosque Prohibido adquiere el poder emotivo del paseo del jardín de Jerusalén al Monte de la Crucifixión. Es el reciclaje del mayor de los mitos — un mito que hay quien considera cierto. Y la salida final de la muerte es el culmen de todos los finales felices.

Rowling parece anticipar los reparos de los que desprecian los mitos como mentiras. El enemigo de Harry, Voldemort, hace lo mismo. «Al que Voldemort no valora», escribe ella, «no se esfuerza por entender. De elfos domésticos y cuentos infantiles, de amor, lealtad e inocencia, Voldemort no sabe y no entiende nada. Nada. Que todos tienen poder más allá del suyo, un poder más allá del alcance de cualquier magia, es una verdad que él nunca ha comprendido».

El relato infantil de Rowling – como el mejor que vino antes – tiene una pequeña dosis de ese poder más allá del alcance de la magia.

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Michael Gerson

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