Fin de la era Zapatero. El presidente anuncia el adelanto electoral algo más de siete años después de su victoria sobre un Aznar vencido por el 11-M, el Prestige y la soberbia política. Las crisis se acumulan. La primera, la económica. Junto a ella, la del descrédito político y la de los medios de comunicación, víctimas y parte en las burbujas que han estallado. Por primera vez el adelanto electoral se anunció oficial y simultáneamente en Twitter y Facebook, un síntoma de los cambios en la comunicación y en los medios vividos estos años.
Zapatero arrancó la era del talante y se va con la siempre repetida crispación, enfermedad endémica de la partitocracia. Estrenó la burbuja audiovisual con el gran proyecto de Zapatero TV: la reforma de RTVE y la multiplicación de canales de la TDT. Se va con la televisión pública en crisis, sin modelo ni consenso político, con Mediaset como gran ganador de la concentración televisiva y en alianza con Telefónica para controlar las nuevas plataformas digitales. Con los grandes grupos de comunicación atrapados por la crisis publicitaria y una expansión audiovisual cuya fascinación ha reducido la innovación y la apuesta por otros negocios en la era del fin de la prensa y cuando la reinvención digital es obligada.
Los SMS empujaron la victoria socialista el 14 de marzo de 2004 con los medios divididos entre la crítica a la gestión de Aznar y las teorías conspirativas sobre los atentados del 11-M. La legislatura acaba con la mecha del 15-M prendida. La mayor movilización ciudadana contra la democracia sorda y recortada de la partitocracia ha puesto en jaque una forma de hacer política, pero también a un periodismo poco atento a las críticas y a las relaciones y debates de los ciudadanos en las redes sociales, el nuevo espacio público de la globalización.
Zapatero comenzó su mandato en los albores de la política 3.0 y lo acaba cuando ese nuevo sistema operativo de la globalización vive la crisis de los poderes, resistentes en su resiliencia, esa palabra de moda para explicar porqué la crisis del capitalismo ha traído más dictadura de los mercados o cómo el neofeudalismo digital y el control de plataformas, herramientas, contenidos y datos personales avanza en la web y sucede a los viejos oligopolios, que mantienen una gran cuota de poder.
Los medios están en la peor crisis de su historia. La caída de la publicidad, el aumento de la competencia y la explosión digital, el cambio de plataformas, de hábitos de consumo de los ciudadanos y la coronación del móvil como aparato esencial para la hiperconexión los aplasta.
La burbuja de la TDT ha saturado de canales un espacio demasiado grande para la publicidad. Los rellenos low cost de tertulias y programas de saldo no alcanzan mientras los hiperconsumidores esperan la llegada de la televisión 2.0, a la carta, social y con una oferta amplia a precios bajos, como la de Netflix en Estados Unidos que ya se anuncia en España.
Los diarios ven cómo huyen la publicidad y los lectores hacia los medios digitales. Las redes sociales se adueñan de la información de los medios y la publicidad emigra hacia las ofertas de los grandes comercializadores digitales: de Google a las ofertas de Groupon.
El País, diario de cabecera socialista, pedía elecciones anticipadas el 18 de julio. Zapatero las convoca para el 20 de noviembre con intención de acabar con la incertidumbre. Tanto simbolismo de fin de era como el que se vivió con la transición es oportuno. #nolesvotes renace en la red como lo hizo en las elecciones de mayo y los medios se alinean.
A un lado, la política silente de Rajoy. Al otro, un Rubalcaba que se reinventa en las redes sociales y se abre a ideas externas para intentar escuchar la política 3.0, que está en las redes, se organiza sin líderes y debate y organiza. En medio, las sempiternas encuestas y el empuje del CIS al candidato socialista.
Los medios ponen un ojo en las elecciones y el otro en sus cuentas de resultados, a la espera de ese fin de la incertidumbre anunciado por el presidente saliente. Pero en política y en comunicación, esta nueva era requiere abrirse a los ciudadanos, pasar del negocio de los contenidos al de las relaciones en una sociedad en red e innovar con fuerza, imaginación y la rapidez que la era móvil demanda.
Juan Varela