Dentro de unos días, el 27 para ser exactos, las Cortes estarán disueltas y comenzará la campaña electoral. Bueno, en realidad, la campaña ya ha comenzado por no decir que nuestros políticos están permanentemente en campaña.
Pero a lo que vamos, la campaña propiamente dicha, la de los grandes mítines y actos públicos, la de las caravanas de los líderes recorriéndose toda España, esa, comenzará el día que toca oficialmente. Y me parece a mí que no estaría de más pedirle a los partidos que hagan uso de la imaginación y ahorren.
Los partidos se financian con fondos públicos y habida cuenta de la extremadamente delicada situación económica que sufre nuestro país con la prima de riesgo disparada día sí día también, con más de cuatro millones de parados, y un futuro más que incierto, no estaría de más, sino que es casi una exigencia, que los comités electorales de los partidos supriman esos grandes actos multitudinarios que tanto cuestan y a los que al fin y al cabo sólo van los convencidos.
Por ahora, el candidato socialista Pérez Rubalcaba está optando precisamente por reuniones sectoriales, visitas a pie de calle a distintas provincias españolas, encuentros en la sede socialista de la Ejecutiva Federal, utiliza las redes sociales, etc. Y a mi juicio, esto es lo que debería de seguir haciendo y deberían de copiar el resto de los partidos.
Nuestro país no está para fiestas ni para dispendios electorales, sino para que los políticos sean los primeros que den ejemplo de austeridad. Incluso podrían prescindir de los consabidos carteles y banderolas con que adornan las calles de las ciudades españolas.
Si me apuran, diría que los ciudadanos conocemos de sobra a los candidatos y que no hace falta que nos abrumen con sus fotografías. Pero es que, además, si tienen sentido las televisiones públicas es precisamente para que en campaña electoral ofrezcan a los ciudadanos una programación exhaustiva sobre las propuestas de quienes concurren a las elecciones. Pueden organizar debates sectoriales, generales, con los principales líderes, con sus segundos, con los expertos en cada materia, con quien quieran, pero debates al fin que ofrezcan a los ciudadanos una idea precisa de lo que proponen unos y otros. En cuanto a la audiencia que puedan tener estos programas es lo de menos. Las televisiones públicas son un servicio público y luego naturalmente la audiencia que vea lo que le de la gana.
Pero lo que tiene poco sentido es que los partidos gasten millones de euros en puestas en escenas de actos electorales con sus líderes para al final terminar ofreciendo dos o tres frases a las televisiones y asunto concluido. Para eso no hace falta tanto dispendio.
España atraviesa una situación económica crítica y no sería de recibo que los partidos políticos gasten como antaño. Tienen una magnifica ocasión de dar ejemplo de lo que predican.
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Julia Navarro