lunes, noviembre 25, 2024
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Carta desesperada a los jóvenes españoles

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A todos los que cuando estas líneas se escriben os estáis asomando con cierto vértigo a la tercera decena de vuestras vidas, abusando de una confianza que no tenemos y sin otra autoridad que la osadía del superviviente, os voy a pedir algunas cosas, no para mí, sino para nuestra querida España (lo decía Cecilia, que no se pongan nerviosos los habituales…).

Os voy a demandar en primer lugar, que no abandonéis nuestra tierra. No os pido que os ancléis al terruño en plena era global. Solo os ruego que si os vais allende los mares y montañas a forjar vuestro futuro, regreséis algún día. No necesariamente a quedaros. Me conformaría de largo con que, de cuando en cuando, trajeseis de vuelta algo de vuestro talento y vuestra experiencia. Desde una conferencia o seminario, hasta una pequeña inversión o asesoramiento en un proyecto empresarial en vuestra ciudad. El privilegiado balcón de la docencia me ofrece la fortuna de ver en primer plano la excelencia y el talento. Me interesan poco los clichés sobre la juventud y los análisis abecedario. Necesitamos a los mejores, porque nuestros mejores están entre los mejores del mundo. Y nos hace falta una élite que dé ejemplo con base en la capacidad y la inteligencia, no en el oportunismo ventajista ni en arcaicos esquemas de casta. Yo no os quiero en la calle, sino en los despachos.

Os quiero pedir también que hagáis tabla rasa de la herencia jurídico política que os dejamos. Sed compasivos, para entender que en su origen el marco legal y constitucional obedece a nobles propósitos y buenas intenciones, pero sentíos legitimados para desbaratar este absurdo entramado de fronteras interiores y abrid todo lo que podáis el objetivo de la cámara. Sed conscientes de dónde venís, pero nunca dejéis a vuestro origen convertirse en un límite a vuestro potencial destino. Aprended las lenguas que os parezcan razonables pero, por favor, escribidlas con buena ortografía. Respetad la línea del tiempo, sin buscar en el pasado excusas para los errores del presente y sin tratar de librar hogaño entre vosotros las batallas que antaño enfrentaron a nuestros antepasados.

Y sobre todo, trabajad por y para vosotros mismos y para los vuestros. Buscad vuestro bienestar y el de los que os rodean. Pensad en su presente y en su futuro. Imaginad como en un sueño lo que queréis ser y dónde queréis estar cuando, doblada vuestra edad, transitéis los senderos que ahora recorre el que os escribe y poned manos a la obra para que ese sueño se haga realidad

No os confundáis. No estoy (ni los que me acompañan) muerto ni derrotado. Pero si no siento vuestras punteras pisando nuestros talones, si os veo indignados o resignados, se me hace más duro seguir dando la batalla cada día. Sois demasiado jóvenes para mi pelotón y demasiado mayores para inspirarme ternura o instinto de protección. Si venís detrás y necesitáis ayuda, os la daremos encantados. Si marcháis a nuestro lado, trabajaremos codo con codo. Si nos adelantáis y marcáis el camino, os seguiremos convencidos. Pero, por favor, no os quedéis en la cuneta ni os pongáis en medio del camino.

Hagamos fracasar el fracaso.

Juan Carlos Olarra

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