Jeff Bezos, el fundador de Amazon, lo ha dejado claro: “No pensamos en Kindle Fire como una tableta, sino como un servicio”. La nueva tableta de Amazon -por ahora no disponible en España- desafía al iPad de Apple con los contenidos. Está pensada para vender y alquilar contenido, no para ser el mejor de los aparatos ni el más rentable. Por eso puede apretar sus márgenes para rebajar a más de la mitad el precio del iPad hasta los 199 dólares mientras el lector de libros Kindle se abarata hasta 79. Amazon quiere popularizar los dispositivos móviles digitales para ser el gran comercializador de contenido en la nube (cloud computing) mientras el negocio de Apple es vender equipos. En lo que ninguno de los dos cambia es que para disfrutar de los contenidos el usuario queda irremediablemente atado a una plataforma, las únicas capaces de unir dispositivos, contenidos, clientes y acceso en movilidad.
Es la herencia del iPod, el aparato con el que la compañía de la manzana revolucionó el mercado y el consumo de música: simplicidad y orientación a unas pocas tareas bien hechas. Amazon quiere renovar el todavía naciente mercado de las tabletas desde abajo, con precios bajos y una tecnología escalable, como su modelo de negocio. Los clientes de la nueva tableta no tendrán cámara ni la miríada de aplicaciones y funcionalidades posibles en un iPad, pero Amazon promete libros, música y cine a los precios más bajos. Sin preocuparse por los escasos 8 gigas de almacenamiento del equipo porque todos los contenidos están en la nube, los servidores de Amazon. Y para mejorar el acceso la nueva tableta estrena Amazon Silk, un navegador diseñado para ejecutar en esa nube inagotable las tareas más pesadas para el procesador de una pequeña tableta.
Amazon extiende la experiencia de su lector de libros digitales Kindle atando aparato y contenido, escapa al 30% de comisión de Apple sobre las ventas que le llevó a recortar sus aplicaciones, y pone una tienda en la mano de cada cliente para aumentar su negocio híbrido de productos digitales y físicos.
La tableta de Amazon es una máquina de consumo, preparada para clientes impulsivos y para una generación que se acostumbrará a consumir tanto productos físicos como digitales desde los dispositivos móviles.
Pero en los contenidos la propia propiedad pierde sentido. Una de las grandes ventajas de Kindle es su sistema Whispersync, que permite continuar el libro por la página que se está leyendo en otro aparato donde se aloje la aplicación de lectura de Amazon. Alojar los contenidos en la nube permite esas ventajas. Kindle Fire quiere exportarla a las películas.
La nube tiene otro efecto: la propiedad pierde sentido. No es necesario descargar las compras, la cuenta del cliente las mantiene en los servidores. Tu biblioteca y tu videoteca se vacían. Más que comprar libros, música o vídeo, los alquilas.
Amazon desafía a Apple en su negocio, a Google utilizando su tecnología para crear la suya propia, y a creadores, editores y consumidores con un paso importante hacia el fin de la propiedad. Con la nube acaba la necesidad de la copia, y con ella de la propiedad de los contenidos. Los contenidos se convierten también en un servicio. El pago por lectura sustituye a la compra y el streaming por suscripción de Amazon Prime animará el mercado del vídeo en la nube.
Los consumidores dejan de ser dueños de los contenidos para convertirse en clientes de una plataforma digital de distribución y acceso. Creadores y editores serán proveedores de los grandes de la comercialización digital. Sin ellos su visibilidad y relevancia será mínima y estarán obligados a cambiar los precios. Una era nueva en las batallas de la propiedad intelectual.
Amazon no sólo quiere reinventar el negocio de las tabletas como ya hizo con los lectores de libros digitales, sino el de los contenidos y su consumo.
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Juan Varela