Ya tiene guasa que ningún millonario español haya pedido que le suban los impuestos. Ni uno, que yo conozca. Son muy poco modernos y no se les pega nada de lo que venga de fuera. Sería muy bonito que alguno de ellos le diera su nombre a una nueva tasa para los ricos, como ha hecho, sin ir más lejos, el presidente Obama en los Estados Unidos. Han cambiado poco desde que Machado escribió los versos dedicados a don Guido, “tan diestro en manejar el caballo como en refrescar manzanilla, el señorito andaluz”. Tampoco les inquieta lo más mínimo aquello que quedó escrito en los Evangelios: “es más fácil que un camello se cuele por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos”. Probablemente, cuando escuchan esta advertencia bíblica, piensan que no va con ellos y que se trata de una condena dedicada a los calvinistas o a los protestantes, que tienen una idea diferente de lo que es acumular dinero. Ellos prefieren dar su nombre a una calle céntrica que a un impuesto. Es mucho más estético y muchísimo más barato.
Estos tipos, que tienen el dinero por castigo, disponen incluso de aliados políticos impagables. El presidente de Cantabria ha dicho que no se debe gravar más a los potentados, no vaya a ser que se asusten y se lleven sus fortunas a otro sitio. Ellos, almas de Dios, que crean riqueza y puestos de trabajo. Lo que no ha dicho es a qué lugar se van a ir con la pasta. No ha concretado más este señor del P.P. Otros pensamos, seguramente peor informados o más ingenuos, que los acobardados de siempre, antipatriotas e insolidarios, saben de sobra que hay mercados internacionales de capitales atemorizados, paraísos fiscales donde se acumulan los maletines de los miedosos, sistemas para exportar las empresas, deslocalización se llama, a otros países donde se explota más y mejor a los trabajadores y mercados emergentes donde multiplicar los beneficios, mientras quedan los pasivos en España. Y esto es así, de toda la vida, con impuestos o sin ellos.
Cierto es que los ricos le cuestan muy poco al estado. Si enferman se van a Houston a que les curen, escolarizan a sus hijos en colegios privados carísimos y les financian después la educación universitaria en el extranjero. Disponen de vehículos maravillosos conducidos por un chofer mudo, jubilaciones escandalosas y planos de pensiones impresionantes. ¡Son una ganga estos benditos! Sin embargo, los pobres nos salen por un pico. Hay que darles trabajo, pagarles el paro cuando los despiden, los médicos, los hospitales, los medicamentos, el colegio de los niños y las becas universitarias, los asilos cuando se hacen mayores y no tienen donde caerse muertos, los transportes públicos ,que cuestan un dineral, y las pensiones, y los viajes a la playa y … la biblia en pasta. Terminaremos por pagarles la caja mortuoria y el entierro. Se han creído que pueden vivir como dios y nos están llevando al desastre. ¡Qué paguen ellos, que son los que gastan! ¿a quién se le ocurre apretar el cinturón a los ricos? ¡Pobrecitos!
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Fernando González