El responsable de cuentas de este estado, Curtis Loftis, se describe como «activista fiscal de hace 35 años». Hasta en el contexto de la política local de Carolina del Sur, está considerado conservador rebelde. Pero esta noche, Mitt Romney se va a dejar caer por su acto de recaudación de fondos en el Mills House Hotel, y Loftis no podría estar más contento. Los Republicanos, dice, deberían de tener un objetivo unificador: «mandar a Barack Obama de vuelta a Chicago». Romney, está convencido, es «el candidato que puede ganar».
Loftis dio su apoyo a Romney en agosto. El anuncio fue maltratado por la campaña en Boston y se filtró prematuramente. Loftis me cuenta que a lo mejor 15 de sus principales partidarios del movimiento fiscal, «algunos de esta estancia incluidos», estaban inicialmente indignados con él por respaldar al candidato de la institución. Pero durante las últimas semanas, dice haber recibido «una gran cantidad de correo electrónico apuntando: ‘lo voy pillando'».
Cuando llega Romney hace poco más que parecer presidencial y sonar patriota. Pero Loftis se declara «seguro al cien por cien de que Mitt Romney va a ser el próximo presidente de los Estados Unidos».
Tal confianza es prematura. Aun así, esta es la clase de progreso paulatino entre los conservadores que podría granjear la candidatura a Romney. En Carolina del Sur, como en todas partes, se ha beneficiado del cierre del reparto Republicano de candidatos y de la caída de Rick Perry. Los líderes del movimiento fiscal entre los presentes en el acto de recaudación de fondos de Loftis se muestran particularmente duros a tenor de las opiniones de Perry en la cuestión de la inmigración. El gabinete de campaña de Romney, según Loftis, «me dice que Perry era un fenómeno con fecha de caducidad. Resultó que tenían toda la razón».
Aunque Perry ha dejado de ser un fenómeno, sigue siendo un candidato serio en Carolina del Sur. En algún momento acabará la plataforma de debates de la campaña — en la que Perry ha salido mal parado — y la publicidad, la organización y el dinero empezarán a suponer una diferencia mayor. Perry tiene dinero en las cuentas y un fuerte equipo de campaña sobre el terreno. Sigue dialogando agresivamente con los líderes del Partido Republicano en busca de apoyos. El apoyo del Senador Jim DeMint o del congresista Tim Scott tendría mucho peso para los activistas del movimiento fiscal tea party en Carolina del Sur, que siguen siendo numerosos, dinámicos y desafiantemente quisquillosos.
Pero Perry quiere unos comicios con dos favoritos en este estado, y no ha llegado aún. Los activistas están con Herman Cain, que abrió una sede en West Columbia el 7 de octubre. Newt Gingrich y el resto de candidatos atrajeron interés, audiencia y revuelo. La campaña en Carolina del Sur tiene un aire de fluidez. Pero cuanto más tiempo permanezca dividido el voto anti-Romney, mejor será para Romney.
Carolina del Sur es el estado del Sur más auténtico de los primeros que entran en primarias. Si Perry no capitaliza de forma eficaz la oposición a Romney aquí — y sólo quedan 14 semanas para las primarias — ello será la señal de una campaña con problemas aún mayores.
Romney — yankee y mormón en la misma medida — tiene problemas idiomáticos en Carolina del Sur. Pero se ha desenvuelto por el estado de forma más idónea que hace cuatro años, cuando gastó con generosidad para obtener resultados paupérrimos. Esta vez Romney ha logrado mantener bajas las expectativas, al mismo tiempo incluso que ha elevado gradualmente su presencia. Su reciente discurso sobre la política de defensa en The Citadel, junto a una visita de campaña protagonizada por su mujer Ann, trasladan interés político en el estado. Pero tiene más de lento cortejo que de petición de mano. Escucho a agentes Republicanos — partidarios y escépticos en la misma medida — elogiar el enfoque lento y constante de Romney. «Ha dejado que todos los demás se vayan cayendo», dice un asesor neutral. «Ha mantenido las formas por una razón».
A Romney no le hace falta ganar en Carolina del Sur, pero los partidarios lo consideran una victoria anticipada. Unas primarias Republicanas divididas podrían costar alrededor del 30 por ciento de los votos. (La última vez ganó John McCain con el 33 por ciento del voto). Los sondeos del estado sitúan a Romney en torno al 20 por ciento entre los votantes probables, mientras una encuesta reciente le coloca en el 27 por ciento. De mantenerse la tendencia, Romney se podría incorporar tarde al proceso con fuerte atención y publicidad, convirtiendo a lo mejor un segundo lugar en una victoria ajustada.
Pero el escenario entero depende de que los votantes de las primarias Republicanas permanezcan dispersos entre las diversas opciones conservadoras. La mala noticia para Romney es que la mayoría de su formación quiere una alternativa a su candidatura. La buena noticia para Romney es que la mayoría no se ha puesto de acuerdo en una.
Mientras tanto, Romney va a necesitar más partidarios conservadores como Curtis Loftis, convencidos de que derrotar a Obama es la prioridad política que se impone a todas las consideraciones. El célebre consultor político oriundo de Carolina del Sur Lee Atwater solía decir que los rasgos de ganador en las generales no sirven para ganar las primarias. Estos comicios podrían poner a prueba la teoría.
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Michael Gerson