Se acabó. O, al menos, lo parece. Ha sido con un Lendakari llamado López y con un presidente socialista. Eso que tanto enfurece a las cavernas mediáticas nacionalistas: la española y la vasca.
Quién haya conocido Euskadi en estos años de terrorismo, sabrá el efecto dramático que ha tenido sobre la forma de vivir de los vascos y cómo ha frustrado moral y socialmente su desarrollo en el régimen de libertades iniciado con la muerte de Franco. Mientras España avanzaba hacia un futuro mejor, Euskadi quedaba atrapada en la telaraña del sectarismo criminal y de la barbarie moral de los crímenes, las amenazas, las extorsiones y todos los lances que han padecido los hombres y las mujeres de bien que han sobrevivido al horror.
Yo quiero recordar a las víctimas. Las quiero recordar como tales: los hombres y mujeres que han sucumbido al disparo en la nuca, el ametrallamiento y la bomba asesina. Las mujeres y los hombres mutilados, heridos que aún se desangran en el alma dañada para siempre.
Pienso, cómo no, en mis conocidos, amigos y compañeros caídos. Y a ellos evoco mientras el clásico pelele con chapela y cubierto con la máscara de la infamia nos dice que nunca volverá a ocurrir, y, por tanto, que ya no iremos ni de entierro ni de funeral como tantas veces hemos ido. Porque algunos hemos tenido que ir y más de una vez. Conviene tenerlo en cuenta ahora que la caverna de extrema derecha española se pondrá rabiosa por este hecho que todo hombre y mujer de bien debería festejar. Como se celebra la fiesta de la vida.
A los que han luchado contra ETA, los más castigados por los disparos, también quiero recordarlos, porque a ellos debemos la supervivencia de nuestro sistema de valores frente al crimen atroz e inicuo que pudo habernos convertido en una sociedad acabada. Los felicito de todo corazón, pues este éxito les pertenece.
Y, por supuesto, a los que han dirigido con inteligencia el transcurso de este final. Y en especial al mejor ministro posible en esta lucha: Alfredo Pérez Rubalcaba, cuya gestión al frente de Interior multiplicó las detenciones y la caída de cúpulas que han terminado por hundir definitivamente a la organización criminal obligada a renunciar a la razón de su existencia: el crimen por el crimen con la ikurriña de fondo.
En la hora de la Paz que se lo piensen dos veces los que sean incapaces de evitar el gesto amargo y la declaración rabiosa. Se hará visible el valor que dan a la vida humana y a los valores éticos y morales que acompañan a nuestra civilización. Serán el reverso de la misma moneda. Se les verá el plumero y nos asquearán.
Por fin la Paz: veremos como gestiona el hecho el gobierno que salga de las urnas.
Midan sus palabras.
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Rafael García Rico